miércoles, marzo 14, 2007

AQUELLOS POLVOS, ESTOS BARROS.
He hablado en algunos artículos del "compromiso de la Transición" como si estuviera de acuerdo con aquello o, al menos, lo asumiera como "mal menor" de la democracia. Pues bien, ésto último está más cerca de mi sincera verdad.
Aquello fue una verdadera chapuza (que, como dicen los evolucionistas de los ojos, salió bien por chiripa, pero funcionan) bastante repugnante entre los postfranquistas monárquicos y las oportunistas élites de los partidos eurocomunistas, socialdemócratas, nacionalistas y neoconservadores reunidos todos bajo epígrafes de demócratas.
Allí estaban los suaristas y la corona, que veían inviable mantener la peste franquista, muerta la rata fundacional, y buscaban una salida que garantizase pasar al rango europeo con el menor trauma civil posible. Invitaron a Felipe González, un ambicioso abogado sevillano que había conseguido meter en cintura y controlar al dividido PSOE del exilio y del interior en Suresnes. Y estaba Santiago Carrillo, un astuto postestalinista que comprendió en su exilio, pero bien informado desde el interior por clandestinos y públicos dirigentes obreros e intelectuales que daban la cara aquí, que era necesario negociar incluso con el enemigo, siempre que éste no fuera la bestia negra Franco con quien se odiaba a muerte mutuamente. El PCE de Carrilo estaba depurándose de "intransigentes" tras la respuesta a la invasión soviética de Praga y su entente con el italiano Berlinguer con quien había inventado una vía eurocomunista en respeto a las instituciones democráticas. Aunque no podía deshacerse de Pasionaria, muy estalinista ella pero vieja y reconvertible su imagen pública en la de la vuelta del exilio a la patria, lo que era exigido en círculos demócratas europeos para "normalizar" España. Recuerdo los cánticos de aquellos días "Si, si, si, Dolores a Madrid, que Carrillo ya está aquí", después de su detención y puesta en libertad por Suárez.
Éste, antiguo jefe del Movimiento Nacional franquista, y sus monárquicos asesores juancarlistas jugaban partida doble en una sóla mesa, porque había dos superestructuras políticas de poder futuro en la palestra opositora. Primero fue la Junta Democrática, organizada por el PCE y la mayoría de los grupos políticos activos en el interior, embriones de partidos democráticos burgueses, nacionalistas y los monárquicos donjuanistas (el padre del actual rey, exiliado en Portugal). Contaban con toda la estructura e infraestructuras comunistas y de las ya casi públicas Comisiones Obreras, Coordinadoras barriales y regionales, que nos estábamos descubriendo en los lugares de trabajo, estudio y calle. (Recuerdo los últimos meses del 75 y el año 76 entero, llenos de debates y efervescencia política, cuando salimos, a pesar de que las leyes aún nos llevaban a juicios por ello, a la luz pública, diciendo en los centros de trabajo, las universidades y las asambleas de barrio "Me llamo Tal y soy miembro de Comisiones Obreras. Lo digo para que todos lo sepáis, incluidos los chivatos, los empresarios y la policía, porque ha llegado la hora de empezar a ganar la democracia en cada sitio por nosotros mismos. Si nos detienen, esperamos que vosotros nos defendáis".
Luego, el PSOE, que no tenía apenas estructura militante en el interior de España, ni sindical, ni barrial, más allá de un puñado de intelectuales y simpatizantes, jugó fuerte para establecer sus poderes frente a su futuro competidor comunista, al que esperaba superar en votos con campañas propagandísticas, que eran entonces financiadas por socialdemócratas alemanes y suecos a través de fundaciones y donantes opacos. Porque el PCE le superaba en militantes e implantación en todo el país, pero especialmente en zonas obreras que tenían que ser en un principio su objetivo de voto.
Así que, Felipe González, inexplicablemente para la mentalidad de entonces (se dijo que los enviados del régimen le hicieron promesas por dividir la oposición), no entró en la Junta Democrática y constituyó con unos cuantos democrata-cristianos y algunos grupúsculos segregados del PCE un engendro sin bases que se llamó Plataforma de Convergencia Democrática, según se dijo después porque algún enviado del franquismo le pidio que no se mezclara con los comunistas si quería pillar cacho cuanto antes. Recordemos que en aquella época, desde los republicanos a los restauradores monárquicos de Don Juan que pretendían restaurar a éste porque veían a su hijo Juan Carlos, que había jurado fidelidad a los principios de Movimiento y lealtad a Franco, demasiado pegado por su educación en Madrid a los fascistas del antiguo régimen hasta el punto de que era llamado popularmente "el pelele" y tenido como continuador del franquismo por todos. En una encuesta de mayo del 77 (Silvio Mtnz. Turión y Julio Feo) de la que 3 respuestas entre 100 no se hicieron públicas, éstas daban un 75 % de preguntados como republicanos y sólo un 25 % monárquicos). Un estado de opinión que estuvo en el aire hasta que el 23-F del 81 cuando, al ver al rey Juan Carlos vestido de uniforme pedir a las tropas que se retiraran a sus cuarteles, a pesar de la ambigüedad con que contaban los golpistas como el general Armada, que asumió todo el marrón al comprender que se había quedado con el culo al aire, se ganó al pueblo español y los demócratas en general, al poder respirar en paz. Aquella noche muchos nos pasamos a la clandestinidad de nuevo y respiramos, aún con muchas dudas por supuesto, cuando vimos en la tele el famoso discurso del rey.
Pero siguiendo con la primera etapa de la Transición, Felipe González fue un político muy ambicioso y con visión de futuro al que Suárez y los enviados del rey pidieron que se pusiera de acuerdo con Carrillo, puesto que no había forma de democracia que pudiese ser aceptada con exclusiones al ver que las movilizaciones en la calle seguían siendo diarias, frente a la represión policial y los ataques fascistas continuos, las protestas reivindicativas obreras y estudiantiles, nacionalistas y de los barrios populares sin cesar, en las que siempre participaban de una u otra forma el PCE y otros muchos grupos a la izquierda que no consentiríamos quedar fuera del proceso electoral, ya que aunque no nos tragáramos la transformación repentina del régimen queríamos participar en la vida política para defender nuestras opciones legalmente.
Suárez legalizó en semana santa el partido de Carrillo con gran escándalo de los generales franquistas que protestaron, algunos dimitieron y acusaron de traidores a los pactistas. González terminó por aceptar la extensión de legalización a todos los partidos y sindicatos, no sólo los grandes como en principio pretendían, y todos ellos se unieron en una Platajunta que negoció con los postfranquistas una maniobra incruenta para ambos que acabaría conociéndose como "la Transición a la española", en la que se dejaban sin juzgar los crímenes cometidos por todos los franquistas, las torturas, las injustas condenas de cárcel a los opositores, las operaciones fraudulentas de las familias franquistas e incluso el propio proceso de transformación de una monarquía elegida a dedo por un dictador sanguinario en otra de corte constitucional, sin hacer depuraciones de culpables, ni limpieza en las fuerzas represivas.
El resultado conseguido con una ley electoral promulgada por los que tenían que ganar, la UCD, que era un amasijo de neofranquistas vergonzantes y neodemócratas sin currículo en mogollón, sólo para garantizarse el poder y que entraría en crisis en cuanto hubo democracia, pero que consiguió, según la cocinita de Martín Villa (ministro del Interior al que Peridis sacaba siempre con una olla) el 35 % de los votos, el PSOE el 29 % y el PCE el 9% y la AP de Fraga sólo un 8%. Mediante el sistema mayoritario de recuento (d'Hont) fueron 165, 118, 20 y 16 diputados respectivamente, lo que permitía a Suárez imponerse a los más recalcitrantes y a González mojar la oreja a Carrillo, el cual esperaba mucho más con su tradición de lucha, lo mismo que Fraga de los franquistas.
Entre ellos y en secreto, dejando fuera al mismísimo profesor Tierno Galván, cocinaron la Constitución y acordaron callar sobre los asuntos delicados, que unas heridas abiertas y sin cicatrizar aún, tenían entonces los españoles. Como todo iba en el mismo paquete no había manera de separar la monarquía restaurada en la figura de D. Juan Carlos, el laicismo mesurado pero con mención eclesial católica, las libertades cívicas fundamentales y las autonomías sin desarrollar, etc etc que llevaron a que en sitios como el País Vasco y Navarra menos de un 50% votase el texto y que en general sólo una tercera parte de los españoles dijera SI al conjunto, unos por unas cosas y otros por otras. Aunque ahora todo el mundo se reclama de la Constitución.
TREINTA AÑOS DESPUÉS
Pasado el tiempo y perdonados los pecados de los criminales, cuando la memoria histórica, sin embargo, exige reparación sentimental como enterrar a los muertos de los arcenes para cerrar las heridas de sus deudos, aquellos que se libraron de pagar sus crímenes se enfadan porque los cadáveres desperdigados piden descansar en paz en una tumba donde llevarlos flores. Esos que fueron perdonados por los demás españoles para transigir y vivir en paz y democracia se obcecan ahora y se niegan de forma egoísta. No quieren quitar los nombres franquistas y las estatuas y placas ofensivas de las calles y plazas, se quejan de que se trate de revisar procesos y rehabilitar presos que lo fueron por defender valores y derechos humanos. Y ante otras heridas, que nos duelen a todos hay que decir, se oponen a entrar en negociaciones políticas que sirvan para dar otro paso más en la reconciliación y la paz sin terror ni a dictaduras ni a pistoleros asesinos.
Aquellos gobernantes fueron y serán muy polémicos y vituperados por los descontentos que todo proceso deja, pero tenían que cumplir un papel de estado, entre sus propias mezquinas ambiciones de poder y la presión de la calle. Cumplieron con cierta mediocridad, pero con coraje evitaron otra guerra entre españoles. Y en esa continuidad está hoy el presidente Zapatero, con sus miserias y sus fallos si, pero frente a él tiene a una corte de estúpidos o miserables pseudodemócratas llenos de codicia por los negocios del poder que crispan los ánimos guerracivilistas cada vez que se sienten incapaces de acceder al gobierno por las buenas, o lo pierden a causa de sus errores, mentiras y conspiraciones fallidas.
¿Es que no tienen ni conciencia ni consciencia esos señores? ¿Porqué buscan siempre la confrontación, aquí y en Irak, se llenan la boca de frases vacías o improperios para cubrir su falta de coraje ante los problemas de verdad y su inutilidad como gobernantes más allá de hacer negocios especulativos y pegarse al líder mundial más tonto de todos los tontos?
¿Es que creen que fue fácil para nosotros aceptar que no se juzgaran a los asesinos, torturadores y ladrones, muchos de los cuales eran conocidos, algunos militares o policías, guardias civiles y políticos responsables de barbaridades en todo el tiempo anterior (como Fraga "la calle es mía" decía, ministro durante la represión y asesinato de los obreros vitorianos y de muchas otras huelgas), de aplastar violentamente a la oposición por defender su pan o sus ideas en los últimos años del franquismo, juicios sin garantías con tortura en la DGS (hoy sede del gobierno regional) y las comisarías, por parte de conocidos personajillos que luego siguieron haciendo carrera en empresas privadas y partidos de derechas, las condenas a garrote vil y fusilamiento pronunciadas por jueces fascistas que siguieron ejerciendo años y años, etc. Yo conocía a varios torturados y a un par de asesinados en plena transición. Incluso estuve en manifestaciones en que nos disparaban y algunos pobres jóvenes cayeron muy cerca de mi en la Gran Vía. A una amiga, Yolanda González, que vivía en casa de mi hermano, la secuestro un comando fascista de policías y pistoleros de Fuerza Nueva y la mataron en Aluche; porque era vasca y se vanagloriaba de serlo, la acusaron de etarra, lo que se demostró sin ningún lugar a dudas que era falso y que nunca había tenido contacto con esa organización, pero sus asesinos están en la calle ya hace muchos años, a pesar de que se fugaron y que para que se iniciase la investigación tuvimos que presionar con la recogida de cientos de miles de firmas entre las que estaban políticos e intelectuales de todas las posiciones políticas, además de personas normales. Ella no pudo cumplir sus 20 años llenos de entusiasmo por cambiar esta sociedad por otra más justa, como tantos otros muertos en la calle o en despachos de abogados como los de Atocha, fábricas como Citroen de Vigo, Seat de Barcelona, Vitoria, Getafe, etc. Y nos tenemos que aguantar la rabia cada vez que la derecha aún victimiza su papel para no avanzar un paso más en esta España atribulada por los rencores y las envidias de siempre. Cuando los familiares de las víctimas de ETA se acuerdan de sus muertos, quienes los comprendemos estando en otro lado, nos acordamos de los nuestros también y exigimos a los vociferantes que se calmen y piensen en un futuro para todos, todos. Y, los que son responsables al habernos metido en una guerra ilegal e injusta de las muertes y del peligro de los otros atentados y no supieron arreglar el laberinto vasco cuando gobernaban, lo menos que podrían hacer es callarse y contribuir al entendimiento pacífico.

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Soy fotógrafo de prensa en MADRID y además me gusta escribir. Tengo ya 60 años. Y opino que si no hubiera ni religiones con dioses ni ideologías totalitarias el mundo iría mucho mejor. No creo en la propiedad porque entré sin nada y así me iré de este mundo. Pero sonrío siempre que puedo a la gente (lo que produce efectos de todo tipo: unos se mosquean y otros me la devuelven). El cambio revolucionario lo están produciendo las mujeres al incorporarse a los usos del poder, así que espero que la sociedad vaya mejorando sin violencia y que el mundo detenga la locura de las guerras y los fanatismos para que algún día nuestros nietos vivan mejor. Mi otro Blog ¿POR QUÉ? es aún más descarado.