martes, enero 11, 2011

Carta abierta a los artistas de verdad.

Lo que no terminan de entender toda esa caspa que dice defender “los derechos de autor” (hay quien dice que los autores lo que tienen es obligaciones con su público y no derechos y si no que no se hubieran metido a artistas) es que desde que Internet entró en nuestras vidas el mundo de las comunicaciones ha cambiado de forma radical. Ya no vale hacer una canción o una película, escribir un libro, pintar un cuadro, etc, entregárselo a un editor o intermediario a la espera que éste lo ponga en la calle con gran aparato industrio-cultural y comercial. La conexión creador-disfrutador (no quiero ni llamar artistas a todos los que hacen algo “intelectual” o “plástico”, ni “masa consumidora” o “publico” a quienes están al otro lado) es directa, inmediata, ubicua y ha producido por su forma de reproducción un sistema de mercado gratuito para todo lo que circula en la gran red mundial sin discriminación de origen al no necesitar un soporte diferente al virtual para alcanzar a quien lo ve, lee o escucha.

Esto no quiere decir que sea bueno si no hay un proceso de filtrado y consolidación que separe el Arte de la bazofia ni los supuestos derechos de autor de los cotidianos chascarrillos que tienen a diario millones de visitantes.. Pero teniendo en cuenta que la industria cultural (oximorón maldito) se ha sumado al “todo por la pasta” y su labor es comercializar todo aquello que genere beneficios y cargarse o dejar de lado los productos no rentables (entre los que están a veces obras maestras que a casi nadie llegan), pues a qué nos vamos a engañar, salvo excepciones honrosas la industria y todos sus mecanismos que tragan el beneficio de la obra del autor no es otra cosa que una excrecencia comisionista montada sobre los hombros de aquel para vivir de sus trabajo: me recuerdan a esas mujeres con burka o hijab que se quejan de las prohibiciones de llevarlo en Occidente porque dicen que su velo las hace libres… ¡ja! Como si cualquiera que no se atenga a lo más superficial no se diera cuenta de que se trata de una imposición cultural con la que no pueden romper porque las han convertido en esclavas de su mitología pseudoreligiosa y ese “sentirse libres” es una muestra más de su humillación.

En esas condiciones, el sistema de retribución por medio de un canon para todo soporte capaz de grabar algo es el colmo de la caradura indiscriminada de quienes controlan la pasta (SGAE) o cuando controlan los derechos reproductivos con abusos capitalistas típicos en los que han caído, secuestrados y alienados como están por sus patronos que los ceban con remanentes del beneficio o plusvalía obtenida en tal explotación la gran mayoría de los “artistas”, incluyendo a los “rojos” de toda la vida, viejos y conservadores como socialdemócratas adictos al sistema capitalista de Mercado, porque han perdido la esperanza de que pueda haber otra manera de vivir en este mundo que no sea bajo la explotación de las clases poderosas, que igual mandan mediante el eufemismo “mercado” que se rebajen los derechos y salarios, se destrozan países con ataques económicos de los especuladores flotantes y se destruye todo bien social público porque reclaman sus multinacionales con sede en Norteamérica el que se impida la “piratería” en la Red pues peligran sus beneficios multimillonarios. Como hay que buscar un chivo expiatorio en todo proceso de ataque a los currantes (sean intelectuales o físicos) convierten en delito el uso libre (y porque no, también a veces abusivo) de los recursos presentes en Internet. Del mismo modo que la revelación de los sucios intrígulis diplomáticos del gobierno estadounidense y sus aliados o enemigos por Wikileaks puede desembocar en caza de brujas internautas y persecución de Assange y sus colaboradores con acusaciones de terrorismo, tras los amaños "sexuales" del anzuelo empleado para retenerlo y acogotarlo.

Los “ingenuos” artistas y creadores que defienden la Ley Sinde y sus consecuencias no se dan cuenta de que se les ha pasado el arroz y han perdido la conexión con los que disfrutan de su música, sus películas, sus libros, etc. Y creen que se puede seguir funcionando como cuando las obras requerían un soporte físico que las reproducía y que posibilitaba el control de su comercialización o copia.

Hay que empezar por considerar que ese soporte, fabricado industrialmente con otros trabajadores y empresarios en la cadena de consumo debe ser ya radicalmente separado de unos y de otros, porque ha quedado obsoleto. Lo que nos lleva al punto de ese fantasma que llaman “desarrollo sostenible”, un truco verbal para no parar de esquilmar el planeta y de explotar gente y recursos para beneficio de los pocos de siempre, eso si con más cuidado legal hasta que llega a las economías de supervivencia o en desarrollo, donde lo que importa es sobrevivir como sea o crecer a toda costa. En realidad lo que necesitaría la Tierra es detener esa máquina destructora y dejar de crecer en lo económico para pasar a una fase de redistribución y mestizaje en la que se prime lo que va bien para todos y no solo para unos cuantos, sin seguir destruyendo el planeta. Es decir, contener el crecimiento poblacional, las industrias contaminantes y que agotan recursos (como la pesca masiva y la agricultura selectiva y clonada) y especies extinguibles frente a esa idea romántica del progreso lineal que pensaba que el mundo es infinito y todo lo que hay que hacer en el es conquistarlo, consumirlo y poblarlo porque siempre habrá más en algún sitio con esa mitología que convertía a los protagonistas de tales conquistas en héroes de la sociedad.

Volviendo al asunto inicial, los soportes físicos van a pasar a ser en pocas décadas un referente museístico de los antiguos. El Arte (música, literatura, cine, plástica, etc) no se muere por eso. Su mayor peligro es precisamente lo contrario: el consumismo sin tino ni discriminación cualitativa, la actitud acrítica de los comerciantes para quienes lo que se vende es bueno y lo que no ni merece la pena promocionarlo, que convierte el espíritu creativo en mediocridad y parece que ser que ellos son quienes han tomado la “vía artística” para vivir en lugar de vivir para crear algo nuevo como hicieron los auténticos creadores de otras épocas sin la seguridad que exigen ahora para seguir trabajando. La hipertrofia mercantilista lleva a destruir la tarea de héroes de esos creadores que no pueden ser otra cosa que una “élite espiritual” de la sociedad y no unos ganapanes mediocres que repiten y repiten las mismas fórmulas que producen beneficios para sí y sus dueños, una plaga comercial de la mente industrialista de la que algunos pseudomarxistas y populistas sacaron que cualquiera puede ser artista esforzándose y que todo lo que hace un “artista” es arte y se debe vender, por loq eu para que esté al nivel popular comercial hay que suavizarlo, convertirlo en digerible, mezclarlo con oropeles del mal gusto pequeño-burgués y multiplicarlo hasta la saciedad para que todo hijo de vecina lo compre.

En realidad no es Arte todo lo que se tilda como tal, ni siquiera lo que los especialistas contemporáneos a ello acreditan como tal y encumbran para encumbrarse ellos y vivir del cuento (porque casi siempre están subvencionados por las industrias culturales ad hoc).

El Arte tiene unas características de trascendencia y sutilidad, de visión más allá de lo evidente y de puesta en escena novedosa del espíritu de su tiempo (zeitgeist) que no siempre son detectables y reconocibles de golpe (que se lo pregunten si pueden a Van Gogh, a Joyce, a Stohaussen o Zappa, a Buñuel, Godard o Welles). Así que todo ese revuelo de miles de “artistas” quejándose a instancias de sus patronos-tenderos de lo malo que es que sus obras caigan gratis en manos de sus disfrutadores es una manipulación que une su miedo a quedarse sin el estatus burgués alcanzado (todos queremos lo mejor para nosotros mismos, claro) para seguir produciendo su mierda artística (Manzoni) a cubierto de las inclemencias cotidianas. No voy a decir yo que no se hayan ganado con su esfuerzo vivir bien, al menos como sus patronos-editores y los dueños de sus fábricas de comercialización de los productos artísticos. Pero ese no es el mundo al que nos dirigimos que, a pesar de la apocalíptica amenaza de unos y otros no va a acabar con el Arte, sino en todo caso con ese subproducto pseudoartístico para entretenimiento general que comercializan con sus periclitados métodos de venta industrial en soporte físico.

El conocimiento humano y aquellas formas especiales de gran altura espiritual como es lo artístico no van a morir con el mercado capitalista, porque no lo necesitan para existir, sino que es al revés que éste requiere de la estructura comercial del mercado para obtener plusvalías que sostienen el nivel de lujo de las élites propietarias a costa del pequeño esfuerzo alienado de inmensas poblaciones consumidoras.

El individuo que siente la necesidad interior de expresar sus sentimientos se enamora u odia a pesar de que el sujeto amado (u odiado) lo acepte o no. El individuo que necesita sacar de sí una forma nueva y particular de ver su entorno, la realidad y las ilusiones, el mundo y sus detalles, lo hace con o sin industria y, si es competente o alguien a su lado lo capta, hace lo posible por plasmarlo y ponerlo donde les llegue a otros (sus disfrutadores). Si quienes lo ven u oyen se emocionan y disfrutan con tal obra, en su tiempo o en la posteridad, el éxito de lo salido de su mente se dará en mayorías y minorías y eso es Arte. Lo otro es industria, mercantilismo y beneficios regulados por leyes capitalistas de apropiación.

Los nuevos tiempos con la inmensa maquinaria de Internet dejan tan de lado el sistema de mercado con soporte físico y el conteo de cada unidad vendida para sacar de él un porcentaje para cada parte de la maquinaria industrial que los lloriqueos y amenazas de las fuerzas retrógradas disfrazadas de cultura son patéticos cantos de cisne que luchan contracorriente frente a lo que ya se está asentando en la comunicación planetaria como formas distintas de llegar a la caultura y sus excrecencias populares.

Si Javier Marías (ese inmenso escritor de quien leo cada libro con placer), Pedro Almodóvar (ese gran cineasta), Serrat, Aute, Grandes, etc me cuentan que si se los sigue pirateando no van a producir más (Echevarría dice precisamente que llamar piratas a quienes se bajan de Internet las obras sin pagar los enaltece mas que acobardarles y les dota de un plus de rebeldía juvenil frente al maldito sistema contra el que se ven impotentes, sobre todo si se los aplica un canon injusto y unos precios abusivos cuando van a la tienda), contestaré: Bien, eso es que ya habéis agotado el maravilloso talento y caudal creativo que teníais y vuestro esfuerzo ha bajado al punto de necesitar otros recursos para ganarnos de tal forma que consideremos que merece la pena pagar por ello y ya no tenéis fuerzas para seguir adelante. Dejadlo, pues, y disfrutad de los réditos porque habéis dejado de ser artistas creadores para convertiros en pensionistas (con todo derecho y respeto). Y punto. Ya llegarán otros en estos nuevos tiempos con algo que decir a quienes no importe que su público natural disfrute gratis de su obra, aunque no quita que deseen percibir emolumentos para no estar en la miseria, pero lo otro son zarandajas y pamplinas.

Está claro que no es justo que unos aprovechados de la Red se beneficien distribuyendo con publicidad en sus páginas web del trabajo de los artistas o de aquellos a quienes los autores contrataron para ello. Eso es un asunto policial a controlar dentro de las leyes del mercado, pero no cuestión de vida o muerte del Arte como pretenden demagógicamente hacernos creer los abanderados del canon para todos y la comisión por el morro para ellos. Así que lo que hay que hacer es estudiar a fondo el nuevo sistema de distribución por la Red y en lugar de poner puertas al campo buscar la manera de ir un paso por delante del mercado, impulsando la creación artística desde abajo con el menor número de intermediarios y la reestructuración del sector llamado industria cultural tal y como hubo que hacer con la minería del carbón (pero sin subvenciones) y otros que han quedado obsoletos. Culpabilizar al disfrutador de lo que crean solo crea mala leche y no soluciona el problema de remunerar a los artistas de verdad para que sigan haciendo Arte y todos podamos sentir gran placer con su trabajo.

PS: Nunca me he bajado de Internet discos, películas ni libros, pero aunque me gasto un pastón comprándolos con su soporte físico tradicional porque me gusta más tenerlos así, con frecuencia los consumo también gratis tomándolos prestados de las Bibliotecas Públicas o pidiéndoselos a familiares y amigos.

11-1-11

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Madrid, Madrid, Spain
Soy fotógrafo de prensa en MADRID y además me gusta escribir. Tengo ya 60 años. Y opino que si no hubiera ni religiones con dioses ni ideologías totalitarias el mundo iría mucho mejor. No creo en la propiedad porque entré sin nada y así me iré de este mundo. Pero sonrío siempre que puedo a la gente (lo que produce efectos de todo tipo: unos se mosquean y otros me la devuelven). El cambio revolucionario lo están produciendo las mujeres al incorporarse a los usos del poder, así que espero que la sociedad vaya mejorando sin violencia y que el mundo detenga la locura de las guerras y los fanatismos para que algún día nuestros nietos vivan mejor. Mi otro Blog ¿POR QUÉ? es aún más descarado.