sábado, marzo 29, 2008

PLACER Y PREJUICIOS
Me escandaliza profundamente esa oscura manía, tan perversa y maliciosa ella, de querer prohibir todo lo que produce gozo, de convertirlo en pecado para producir sentimientos culposos y castigar religiosa, civil, o militarmente si llega el caso, los actos plancenteros y hasta los estados de ánimo tranquilos si han sido inducidos por alguna exosustancia (en el pasado eso era la regla, ahora las costumbres cambian y se suavizan, pero la prohibición no).
La retorcida religión bíblica (las 3 del polígamo Abraham) con sus asquerosos y ególatras patriarcas represores de toda libertad que no sea para la de adorar a su engolado dios particular, empeñados en tenernos continuamente embargados en sus berenjenales ritos purificadores o en estúpidas oraciones que ocupen la mente para que no podamos disfrutar de la vida y así no pequemos. Es decir, nos saltemos las normas oficiales marcadas por ellos desde su intocable poder con amenaza eterna de echar por la borda la oferta divina de salvarse en otra vida a costa de sufrir en esta, y con la posibilidad hipotecada gracias a las cuotas de buena conducta, seguimiento de rituales, pensamiento puro que convierte incluso los deseos naturales en pecaminosos y, por supuesto, la aceptación sin peros de la voluntad indiscernible del Jefe máximo, sea cual sea, incluso aunque te pida sufrir y morir, según sus intermediarios, ya que es el que se supone que paga la existencia y si él no hubiera querido no habrías pasado por este miserable valle de lágrimas a jugarte a la lotería El Paraíso, poniéndote en sus manos que son todopoderosas (menos para evitar la maldad real en el mundo que es un regalo envenenado para probarnos a todos o, como dice Javier Ortiz, para dejar de ser dios él mismo y explicar porque coño nos trata tan mal si somos sus más queridas criaturas).
Por eso nos inculcan casi desde que nacemos dos cosas principales:
1, la SUMISIÓN a quien manda (que requiere FE en ese sujeto como protector) y como el bebé es la última mierda en llegar tiene que obedecer a todos, sobre todo en el caso de las mujeres, que tienen además que someterse histórica y culturalmente siempre a los varones de la familia, aunque sean mayores que ellos y, salvo en los casos de padres sin autoridad que ceden a todos los deseos del "perverso polimorfo" inmaduro que no tiene otra voluntad que sus necesidades primarias y sus carencias elementales a las que esos padres incapaces de educar conceden todas las atenciones convirtiéndolo en un egoísta egocéntrico y ególatra sin remedio capaz de esclavizar a todo el mundo para alcanzar un antojo. O esos otros pobres niños abandonados con afecciones psicotóxicas por falta de atención, cariño, caricias, palabras de consuelo y abrazos maternales que acaban convirtiéndose en seres asociales sin capacidad para empatizar las emociones ajenas ni verse afectados en su discurrir por la vida por otra cosa que no sea su inmediata satisfacción, sin placer ni sentimientos, como esos sociópatas tan populares en el mundo anglosajón y en el eslavo (por distintas razones, quizá) como vemos en sus pelis.
Y 2, el TEMOR de DIOS, puesto que la otra cara de la Fe es el MIEDO y no puede existir una sin su reverso tenebroso, el terror pánico a la separación del grupo que aglutina el Jefe, la expulsión de la familia, de la tribu, del grupo social, del país, o la cultura común (comunidad de creyentes, o del arraigo social, la Umma musulmana) y por fin la muerte eterna, sin redención posible ni paraíso, al olvido y el silencio cósmico. Al menos los creyentes "malos" van al infierno por sus pecados y eso es algo más (incluso para muchos más divertido que la insulsez de la contemplación del cielo ¿no?) por chungo que sea, pues peor es el maldito limbo y la entropía memorística en el olvido eterno.
Todo esto viene a esa estúpida y maliciosa costumbre de los creyentes y la sociedad oficial con sus normas que exige también creer y confiar en ella, en su mediocre justicia, en su perversa política pseudodemocrática, en sus cuidados paliativos durante la vida y sus registros escritos para no olvidar a los muertos, de negar todo placer gratuito como nefasto y por principio. A cuento digo esto de que están estudiando los efectos curativos del cannabis (y otras drogas) pero se empeñan en suprimir los "efectos lúdicos" que puedan traer consigo los tratamientos. Ya lo hicieron con el opio y la coca buscando aislar sus principios curativos y quitando el placer que producía su consumo natural, lo cual consideran efectos secundarios insanos, los muy cabrones...
Se sabe que el café y el tabaco van bien para algunas enfermedades (como el Parkinson, por ejemplo) pero lo ocultan porque tienen una cruzada contra todos los vicios, que los opiáceos y los derivados de la cocaína alivian dolores, que las anfetaminas estimulan el cerebro y evitan mareos, que el LSD y otros psicotrópicos son estupendos en pacientes con psicopatías, etc. y, por fin, que la marihuana alivia el glaucoma ocular, las nauseas de tratamientos de quimio o radio, los dolores neorológicos , estimula el apetito (y la risa que tanto molesta a los puritanos) en pacientes débiles (anorexia, Sida, etc) y además de mantener la absurda prohibición para los adultos conscientes y responsables de lo que hacen con su cuerpo y su mente se pretenden eliminar los principios activos del Tetrahidrocannabinol porque "podrían estimular el aspecto lúdico y placentero" de su consumo, lo cual debe joder un montón a esos retorcidos represores). Sencillamente creo que son unos hijos de puta hipócritas que se ponen hasta arriba de alcohol y adrenalina ejerciendo su poder y violencia social, pero como pútridos clérigos que se masturban bajo la sotana mientras se sienten fatal con los cilicios apretados en sus carnes, nos quieren hacer pagar a los demás sus vergonzosas contradicciones. Por eso siguen manteniendo los tabúes sobre todo lo que signifique gozo, placer, satisfacción mundana aunque no se haga daño a nadie y se sea plenamente responsable y consciente de lo que le puede pasar a uno cuando abusa. Esos idiotas políticos o religiosos nos tratan como a menores de edad bajo su tutela y nos amenazan con castigos en esta tierra o en el otro mundo. Sus leyes, terrenales o divinas, son injustas y hay que rebelarse contra ellas. Hay que reirse de ellos, ridiculizarlos en sus contradicciones y en la memez irracional de su serio discurso, escandalizar y desobedecer reivindicando nuestro hedonista derecho a disfrutar de la vida.
Y a los menores hay que educarlos explicando los riesgos del sexo sin protección y sin controlar la posibilidad de embarazos, del peligro de abusar de sustancias exógenas que pueden producir adicciones o daños físicos o psíquicos, sean legales o no. Como se instruye en el control de la violencia en los conflictos con otros o den los riesgos de conductas peligrosas como la conducción de vehículos y los deportes extremos en medio de la ciudad o en sitios inapropiados. Como se recomienda vacunarse contra enfermedades endémicas de zonas a las que vamos a viajar, como no se deja pilotar un camión o un avión a un crío ni se los permite emborracharse o cruzar una autopista en horas punta. Como se enseña a hacer uso de sustancias que tomadas en exceso tales como medicinas pueden producir daños y no se los deja entrar a la jaula de los leones.
Pero el problema no son las dichosas sustancias en sí mismas, sino que nuestra queridísima civilización ha adoptado un sistema económico perverso: ese tan vanagloriado capitalismo o eufemísticamente "sociedad de mercado" en el que los estímulos al consumo son lo más, el eje del disfrute del ciudadano-consumidor y del enriquecimiento de quienes nos gobierna o sueñan con hacerlo (no solo los políticos sino quienes están detrás de ellos: los propietarios e intermediadores comisionistas mercaderes y corporaciones de los mismos, depredando en el mercado y gastando a su antojo y sin control). La hiperestimulación al consumismo por medio de la publicidad y los regalos desde la infancia, propiciada además por quienes tienen la autoridad moral entonces, que son los padres y maestros, luego por todo el entorno y los medios de comunicación, la familia, la sociedad entera diciendo "compra, consume... eso es el placer de tu vida", hay que tener de todo y lo último en salir, si no estás a la moda no eres nadie, si no eres propietario de casa, coche, tecnologías y bienes fungibles continuos, de objetos que aunque no los puedas pagar muestren un estatus social, una apariencia de poder, etc. Eso conduce a la inmensa mayoría de la población que no se para a pensar y a plantearse las cosas que están detrás, que actúan como masa borreguil gastando y engañándose a sí mismos en sus frustraciones como si de esa manera se sintieran mejor, hasta que llegan al vacío existencial o la palman creyendo que van al cielo o al infierno (menudo chasco si no despiertan en el lugar esperado ¿no?). Son incapaces de madurar psicológicamente con tales carencias de reflexión y se embarcan en adicciones fortuitas a lo que sea: máquinas de entretenimiento o juegos (ludopatías), sustancias con efectos secundarios: todas las drogas desde el alcohol al crack los tienen pero no todas son igual de peligrosas si se modera el consumo y se hace con cabeza; aunque hay algunas que están perfectamente diseñadas por los mercaderes de la muerte para enganchar y destruir a las personas, convirtiéndolas en tontos consumidores o esclavos, y la mayoría de los riesgos están en las sobredosis y adulteraciones debidas a la prohibición que impide controlar lo que se toma y en la conversión en zombis con síndrome de abstinencia de sujetos abandonados a su suerte, casi siempre con tales carencias afectivas que caen de cabeza.
Pero las adicciones al sexo y los comportamientos arriesgados en los deportes o la carretera no llevan a prohibir las relaciones íntimas, la escalada o la conducción, aunque muchas iglesias querrían regularlas como en el pasado y condenar los excesos como pecados mortales, ahí están los nuevos pecados dictados por el Vaticano. También se aplica morfina y novocaína en la sanidad, y no se cierran los bares y los estancos por muchos muertos que produzcan el alcohol y el tabaco. Entonces por qué siguen prohibiendo la marihuana que ha demostrado en casi todos los estudios científicos que es mil veces menos peligrosa que las armas, los automóviles, el tabaco, el alcohol y las conductas autodestructivas del consumismo exacerbado de bienes y servicios innecesarios.
Pues seguramente porque los gurús de nuestra sociedad aún no han encontrado el medio de hacer dinero a mansalva con ella como hacen con la prostitución y los ladrillos.
Este es un tema muy polémico desde luego, pero cualquier librepensador de cualquier época razonaría en lugar de enrocarse en las prohibiciones a las libertades individuales de conductas personales y conscientes. Creo yo...

sábado, marzo 01, 2008

DE LA FAMA A LA CAMA
Existe una perversión de moda con un cierto pasado poco recomendable y que, sin embargo, al igual que los placeres que se convierten en adicciones se ha enquistado en la sociedad de mercado porque tiene en ella su mejor aliado para imponerse. Se trata del afán desorbitado por triunfar, de la fama, ese público reconocimiento que le llega no a quien hace algo bueno o malo que destaque del resto sino a quienes se empeñan en darse a conocer para lograr después sus verdaderos objetivos; o de quien no entiende siquiera de objetivos pero en su perezosa estulticia de ignorantones que todo lo quieren ya y sin esfuerzo, se sienten halagados como los somormujos o los urogallos en celo que descuidan su propio futuro al prescindir de la seguridad frente al cazador borrachos de su canto o danza con que piensan lograr colmar su deseo inmediato.
Digo que es una perversión puesta de moda, y lo es en todos los terrenos incluso ya en los siempre proclives al anonimato como jueces y espías, que parecen creer en la vistosidad de su plumaje en cuanto son citados por la prensa más popular y las cadenas de televisión, porque seguramente procede del deseo ancestral de triunfar en la manada o grupo social para tener más atractivos ante las hembras (o los machos rivales) y disponer de mejores medios para la supervivencia alimentaria para sí y sus genes (luego hijos y ahora clones sociales, imitadores de lo que a otros hizo ganar fama y que como espejos múltiples aunque deformantes multiplican la fama). Aquello que fue un mecanismo evolutivo parece haberse convertido en un circo en el que todos quieren pasar un ratito por la pista para hacer el payaso, el equilibrista o la mujer barbuda, y lograr así un reconocimiento por nada que les permita vivir sin dar ni golpe a ser posible, aunque a veces la competencia es tal que tienen que andar saltando de pista en pista en un frenesí por resaltar sobre el montón de donnadies.
Ya no hace falta trabajar, reflexionar y además tener el ingenio natural o la capacidad creativa para alumbrar una obra del tipo que sea que perdure por su genialidad. El mercado consume rápido y necesita carnaza constante, aunque sea bazofia llena de grasa colesterosa y aditivos perjudiciales a la salud que además dejan desechos asquerosos casi indestructibles (y no sólo en lo alimentario como la comida basura y las latas de refrescos, sino incluso en el Arte y lo que le es próximo.
Como recordaba Juan Goytisolo, citando a su vez a Zaid, la fama es incontrolable como todo lo que depende del público y además cosifica al sujeto que deja de serlo para convertirse en un objeto de consumo más.
Quien busca la fama y el triunfo ha de derrotar a otros muchos que también lo buscan. Y ha de hacerlo aceptando convertirse en una imagen estereotipada que lo representa como icono público con aquello que a quienes lo reconozcan pueda satisfacer como objeto de deseo, de aversión o de modelo a imitar. Sale pues de su propia personalidad en forma de cuatro rasgos identificables (físicos, de carácter o actitud, de obra clasificada,...) que el "gran público", es decir una masa irreflexiva devoradora de simplezas y bocados fáciles encuentre catárticos para su espíritu gregario o carismáticos a sus sueños de identificación elemental, algo con lo que sentirse uno objetualment, que en el caso de las inmaduras jovencitas seguidoras de cantantes o actores se transmuta a veces en histeria al no ser capaces de dar cauce racional a una realidad por la que se sienten completamente absorbidas por el icono en que sus deseos se encarnan y que su mayor vulnerabilidad por la educación recibida (indefensión aprendida o complejo de Cenicienta) las conduce a una emoción tan intensa ante la posibilidad del contacto directo con su ídolo como si estuvieran a punto de ser "poseídas" sexualmente, aunque el contacto sea mínimo o esté sólo en su fantasía como un delirio arrebatador. Lo mismo suele ocurrir con los líderes políticos carismáticos en el caso de masas fanáticas incapaces de plantearse las afirmaciones de sus dirigentes de modo particular y aceptando como sagrado todo lo que salga de su boca llameante. Las religiones y los movimientos populistas anudan miedos con esperanzas redentoras prometidas por el jefe usando chivos expiatorios y frustraciones para ligar a la masa y poderle exigir cosas que si reflexionaran individualmente no podrían ni plantearse llevar a cabo, pero que al abrigo de la multitud y guiados por medio de consignas precisas tienen tal poder destructivo como para arrasar continentes y con la levedad insoportable de lo "disculpable" a posteriori por que se esconden en una supuesta locura colectiva. Eso funciona así en la mentalidad autoritaria (siempre con doble dirección: quien aprende a obedecer por miedo y sin cuestionarse las órdenes suele convertirse en sargento de pelotón capaz de ordenar barbaridades y si se le piden responsabilidades decir que "sólo cumplía su obligación", eso que eufemísticamente han llamado "obediencia debida" de los torturadores , asesinos y encubridores de crímenes execrables en las dictaduras o llevando a cabo acciones militares "imprescindibles" para ganar. La ductilidad del carácter humano para resistir y adaptarse a condiciones difíciles y tener que hacerlo en colectividades con patriarcas que podían abusar del poder mientras lo ejercían y producían una cadena de mando en la que cada escalón no debía cuestionar al superior para mayor eficacia y donde las mujeres siempre quedaron al margen de ese poder, siendo utilizadas como objetos de cambio y para labores secundarias de mantenimiento y reproducción, ha construido unos individuos muy manipulables si son educados desde niños para obedecer y creer en lo que quieran sus mayores. Eso conlleva una debilidad de carácter en la mayoría siempre a la espera de recibir instrucciones para actuar y una vulnerabilidad muy especial en las mujeres acostumbradas a ser "rifadas" o entregadas por la fuerza a los machos ganadores. La histeria de las adolescentes va asociada a ello y el deseo de fama de ellos, ahora extendido como un derecho más a las mujeres a las que se ha distraído con un objetivo falso de realización propia para evitar que se pensaran mejor la vida y lucharan por lo que en realidad les da autonomía individual que es el logro de una vida propia (una habitación propia, pedía Virginia Woolf hace menos de un siglo) sin dependencias.
Todo se basa en la sublimación del deseo real transmutado en fantasía delirante que la persona que no ha crecido emocionalmente como para ser independiente y objetiva para decidir tras reflexión madura y tranquila con todos los elementos posibles que aporten datos nutrientes a la misma y desemboque en juicio cabal, es incapaz de escapar de la perversa atracción que el miedo y el deseo sexual encubierto les conducen a tomar como seres obedientes y a veces fanatizados, es decir, sin voluntad propia aunque una ilusión colectiva les induzca a pensar que obran por propio interés.
Esto es común en una sociedad en la que el liderazgo ha pasado al mercado porque el poder parece haberse fragmentado en multitud de trocitos de espejo la gran luna en la que se veía al gran padre-líder y además muchos de esos aspectos relucientes tienen la oportunidad de ponerse en candelero y salir al foro público como opciones baratas para llegar arriba y sin gran esfuerzo y sacrificio. Se convierte en materia cotizable en que cualquier tonto puede tener sus 15 minutos de fama por casualidad o en un golpe de ingenio, cuando no por enchufe al ser hijo, exnovio, amigo de un pariente o lo que sea de alguien que ya es famoso. Y si los aprovecha valen para pasarse una temporada con la sopa boba garantizada. Pero suele ser un camino sin retorno, como casi todas las perversiones que producen una marca imborrable que pulveriza el respeto ajeno y se convierten en una imagen superpuesta a la original de la realidad del sujeto, con lo que los "famosos" son objetos virtuales en un pimpampún social ya para siempre condenados a soportar su propia falsedad ante sí y los otros. Yo no sé si merece la pena para alguien con cabeza convertirse en famoso (que se lo pregunten a ellos) pero me parece que es preferible una vida discreta en la que poner en orden las cosas que realmente le interesan a uno sin hacer daño a los demás. Y esas obsesiones tan judeo-cristianas de destacar que los americanos han llevado en su modo de vida al extremo de preferir ser criminal famoso y morir matando compañeros del colegio a ser considerado perdedor o aquella otra que los regímenes autoritarios han cultivado siempre exigiendo disciplina y patriotismo a sus súbditos haciendo de la mediocridad obediente su emblema creo que deben ser pasadas por el juicio de la razón, la autocrítica reflexiva y la empatía en la relación social para que empecemos a ser los humanos lo que podríamos ser sin cadenas.

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Madrid, Madrid, Spain
Soy fotógrafo de prensa en MADRID y además me gusta escribir. Tengo ya 60 años. Y opino que si no hubiera ni religiones con dioses ni ideologías totalitarias el mundo iría mucho mejor. No creo en la propiedad porque entré sin nada y así me iré de este mundo. Pero sonrío siempre que puedo a la gente (lo que produce efectos de todo tipo: unos se mosquean y otros me la devuelven). El cambio revolucionario lo están produciendo las mujeres al incorporarse a los usos del poder, así que espero que la sociedad vaya mejorando sin violencia y que el mundo detenga la locura de las guerras y los fanatismos para que algún día nuestros nietos vivan mejor. Mi otro Blog ¿POR QUÉ? es aún más descarado.