viernes, abril 25, 2008

Unos cuantos capítulos más de mi libro "69 RAPS" para los poquitos que gustan de leer ensayo en Internet. Sigue mi indagación fin de siglo sobre la naturaleza humana. Tengo que recordar que los primeros capítulos están en las anteriores entradas al Blog.

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No existen, a pesar de los intentos uniformadores del poder, dos hombres exactamente iguales, como no existen dos copos de nieve idénticos. La caída de la semilla (información genética mas la cultural) en tierra feraz produce un desarrollo que varía entre límites inestables y libres que no puede ser de ninguna manera lineales por la cantidad de elementos que alteran y tienden a estabilizar el crecimiento del individuo continuamente, entre los que juegan importante papel su propia capacidad para iniciar cambios de prueba, en el pensamiento y en la acción, lo que expande la cadena de alteraciones posibles y el resultado final. Para conseguirlo habría que hacer "clones" con el mismo código genético, como en Un mundo feliz de A.H. y luego educarles igual sin permitirlos ninguna iniciativa, como termitas.

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Todo lo que el hombre ha construido a través del pensamiento constituye un mundo real aunque no material que se conserva en las memorias naturales y artificiales (cerebros y bibliotecas), que sería inexistente o inútil si desapareciera el hombre (u otras máquinas inteligentes), pero que es lo que le hace distinguirse del resto de los seres. Pero como tal construcción no tiene más causa ni fin que sobrevivir como especie, al igual que los ritos de los patos les permiten aparearse en el momento adecuado y nadie les enseña su danza. Ese mundo ideal está en el Tiempo real pero en un espacio virtual, o bien en un espacio real (archivos) y en un tiempo virtual, del que sale al otro a través de nosotros. Pero una vez que está ahí, interacciona a través de las mentes que lo piensan, y se reconstruye y nutre de más ideas llegando a dar lugar de manera a veces imprevista a construcciones que están mucho más allá de la participación individual de su mentores: el arte o las civilizaciones son ejemplos cualitativos de su quehacer propio.

Del concepto a la estructura y de allí al sistema, donde las aportaciones múltiples generan una vida inmaterial pero real.

Y ahora que sabemos esto, ya va siendo hora de que empecemos a organizar consecuentemente la mejor manera de hacer sobrevivir a la especie humana y sus sistemas vitales con el menor coste posible para ella y para el resto del planeta en que habitamos. O nos desentendamos de todo y a vivir que son dos días... como los demás animales.

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Porque ese camino llevó del mito a la religión, de ésta a la filosofía, y a la ciencia; que se especializó a partir de la magia alquímica, y que de la medicina lleva a la biología, de ahí a la química para acabar en la física de partículas (aunque se que me he saltado algunos pasos intermedios) que nos muestra la inestabilidad de la propia materia de la que estamos hechos. En sucesivas circunstancias entre su surgimiento y su final se estabiliza temporalmente en estados de masa o energía; y en la primera de la que estamos compuestos estructuralmente, como sólido, líquido o gas (sin entrar en los inestables plasma y superfluido) precisa de distintas formas de energía para su funcionamiento, ya que procedemos de la forma vital de supervivencia que se inició al cerrarse una membrana osmótica que permitía asimilar iones del exterior y reproducir su sistema de existencia duplicando la información contenida y escindiéndose celularmente. El siguiente paso sería la reproducción sexual que dividía en dos partes la información, las cuales se unían en determinado momento dando lugar a otro ser sin por ello dejar de existir sus progenitores. Eso aumentó la variedad de posibilidades en juego y llevó los resultados a complejizarse en nuestro fantástico mundo.

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En el Hombre, el complejo principal de histocompatibilidad MHC, por ejemplo, que es la parte más variable del genoma y que se denomina HLA, contiene mas de 100 mil genes (el primer mapa se ha hecho con 5.264 microsatélites de situación) y ocupa una región cromosómica de 4 millones de pares de bases constituidas por 3.000 millones de nucleótidos, permite rastrear su linaje hasta su separación del resto de los homínidos y más. De los estudios efectuados se llega a que la EVA mitocondrial original podía ser una población de entre 500 y 10.000 individuos. Y un Adán mucho más amplio aún en número de individuos (ellas necesitarían varios machos, quizás, lo cual no es extraño fisiológicamente si tenemos en cuenta sus posibilidades orgásmicas consecutivas múltiples, inexistentes en el macho de la especie que debe recuperarse tras cada eyaculación de esperma y, sin embargo, puede embarazar a miles de hembras). Habrían vivido en el Africa Oriental, y se calcula que hace unos 2.000.000 de años empezaron sus emigraciones por el Índico y luego hacia el Norte, Oriente Medio y Europa. Y eso fue sólo el principio, porque si bien las primeras civilizaciones complejas se establecerían en Egipto, Mesopotamia, India, China o América y luego en el Mediterráneo, lo cierto es que sería ésta última la que llegaría a dominar toda la Tierra, metamorfoseándose, claro está, varias veces para hacerlo.

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La naturaleza ha procurado (o mejor dicho, se lo han procurado cada especie y subgénero en lucha por sobrevivir) que cada ser supiera de donde ha de nutrirse - nicho ecológico- dotando de aquellos elementos distintivos que les permitan dirigirse adecuadamente al lugar de aprovisionamiento, lo que se habrá consolidado tras múltiples y azarosas pruebas durante miles o millones de años. Esos elementos distintivos se habrían convertido en formas impregnadas. Una forma impregnada sería aquello que distingue un animal de manera automática como amiga o enemiga para su supervivencia; está constituída por sonidos, aromas, tacto o visión, así como otras características energético-informativas detectables con sentidos, como el radar de los murciélagos, la emisión eléctro-magnética de los tiburones y rayas, la captación de ultra o infra ondas de los insectos o el sutil olfato de las serpientes y la capacidad orientativa por captación de los campos magnéticos terrestres en muchas especies. Y también las feromonas que atraen químicamente a inmensas distancias para la reproducción sexual, o aquello que permite detectar un peligro. Se trata de adaptar unas morfologías a otras para el mantenimiento de la vida (es curioso que la misma sustancia química que sirve como feromona a más de 126 especies de insectos, sea utilizada por las hembras del elefante asiático para indicar a los machos que están listas para la cópula). Esto, llamado también impregnancia biológica, escribe un código que se graba finalmente en los genes, aunque no está aún disponible para la siguiente generación, y produce una reacción química en los órganos que permiten dirigir a un ser hacia otro ser, uniéndolo de diversas formas (simbiótica, de algunos animales y plantas, o de la hembra humana y su bebé recién nacido; como cazador-presa, o también en el par sexual macho-hembra con objeto de la reproducción), o reconocer a un atacante para huir o enfrentarse, y por supuesto localizar a una presa por parte de un predador que se alimenta de ella. Mientras que la impregnancia se produce automáticamente a la salida del huevo en aves y reptiles; en la educación de los mamíferos especialmente, los progenitores o la manada que es el vínculo social, deben adiestrar en la distinción y constitución de tales impregnancias fundamentales, sin las que el cachorro no sabría distinguir su presa o su predador a veces, así como normas sociales de jerarquía y roles, fundamentales en la mayoría de los casos.

La impregnancia es un fenómeno capital que se constituye en la mente animal por exfoliación de un espacio-tiempo semántico propio de su especie, por lo que depende de su herencia genética en primer lugar y del adiestramiento juvenil después, al madurar el sistema de inteligencia propio, o sea de adaptación al medio en su nicho ecológico, que es eminentemente cultural en el caso humano: ha sido perfectamente explicado por Piaget en el caso del niño y por Lorenz en etología. Se trata de ir dominando lo circundante con los medios que la naturaleza ha dispuesto en el individuo para ello. La especie humana aún no ha encontrado su lugar, por eso destruye el entorno tratando de averiguar lo que ocurre, es un juego suicida que me recuerda a los cachorros de león incordiando a una cobra. Como dice René Thom, el hombre ha sido capaz de escapar a la fascinación de ciertas formas externas por medio del lenguaje, evita así la alienación del psiquismo propio del cazador hambriento en busca de presa, pero el mismo lenguaje actúa a veces como atenuador y otras como amplificador, lo que se percibe bien en el juego de asociaciones formales (como las manchas de los psicólogos) que provocan reacciones físico-químicas a través de contagios por contigüidad o similitud en el sujeto. Por eso el asco o el gusto que constituyen tabúes o totems culturales difieren tanto de unos sitios a otros: se trata de una asociación química en el cerebro.

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La principal forma de impregnancia del ser humano, a causa de su extrema dependencia al nacer para las más simples operaciones de supervivencia, es cultural, por eso necesitamos un período de aprendizaje de varios años, en que debemos ir buscando aquellas identificaciones a las que asimilar un comportamiento. Hay que crear un trasunto imaginario compuesto por formas especulares de sí mismo; pues se parte del reconocimiento del entorno desde el propio movimiento, con las que hay que rivalizar para conquistar el propio ser: uno mismo: el Yo o self. Y en el desarrollo de tal mundo el ser humano se va convirtiendo en un protagonista sufridor y triunfante que ama u odia las imágenes encarnadas por los otros; las cuales a veces son la suya propia y otras un cadáver exquisito del deseo dibujado en los aciagos días de la madre, aquel otro en que nos reconocimos por vez primera y que construyó para nosotros la entrada al laberinto de la vida: una angustiosa topografía rodeada de vacío, en la que los terrores o límites tienen los nombres de lo que el padre nos mostró como prohibido: el sexo, la unión simple con el objeto impregnante, al que tendremos que ir matando amorosamente a través de sus/nos imágenes especulares. A ello se añade la posesión del lenguaje, cuya capacidad parece ser innata (Chomsky), y que es un elemento de dominio de las formas impregnadas al permitir atenuar el poder alienante de éstas, cargando con sus rastros de memoria las respuestas posibles a una necesidad sentida; eso permitiría la descarga del poder acumulado por la misma en las excitadas terminaciones neuronales. Y, naturalmente, sirve para producir los condicionamientos de tipo cultural que se enseñan en la primera infancia y que se convertirán en prácticamente inamovibles sin remover tales bases (como lo demuestran los estudios hechos a personas a quienes se había "lavado el cerebro").

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En realidad lo que se produce en nuestros cerebros es pura química, y por lo que está habitado, que a nosotros nos parecen imágenes tan reales como la vida misma o sueños, son sólo las sombras de la caverna platónica o sea una reconstrucción imaginaria; en realidad se trata de conexiones quimioeléctricas o analógico-digitales, cuya más clara evidencia se muestra en las fantasías oníricas y en las alucinaciones, esas riquísimas experiencias de la imaginación más allá de la realidad, donde sin quererlo realizamos los deseos para envidia de nuestro propio Yo. Sombras producidas por la flecha electroquímica que atraviesa campos neuronales, abriendo y cerrando sinapsis para producir esos acoplamientos dialógicos entre haces hormonales, que unen regiones del cerebro (hipotalámicas, límbicas, corticales), mientras uno hace actuar al hipocampo (el MFB: Medial Forebrain Brundle) y el otro la amígdala (el PVS: PeriVentricular System). El MFB es el haz de la recompensa y reforzamiento: empuja a satisfacer o crea necesidades a partir de satisfacciones experimentadas antes, a base de introducir en el sistema unos mensajeros como la acetilcolina, el glutamato y la adrenalina (agresividad) que excitan el sistema nervioso superior; mientras el PVS incita a la huida y a la defensa e inhibe las acciones al no recibir su recompensa con el ácido gamma aminobutírico, produciendo las típicas sensaciones de angustia que desembocan al transformarse en imágenes y en comportamientos de pensamientos negros, mutismo, respiración bloqueada, pasividad, postura encorvada, tono muscular tenso y demás síntomas depresivos. Como en los hermanos animales, pero a lo bestia: ¿saben cuántos bits de información caben en un cerebro humano adulto?, la cifra increíble de 1017 (el contenido codificado de miles de millones de libros) y que goza de una velocidad de procesamiento de aproximadamente 10 billones de flops (operaciones con coma flotante por segundo), pero del que no somos capaces aún de usar más allá de una décima parte, según los datos y cálculos realizados con los sistemas más avanzados del mismo.

Algo que, en definitiva, es condicionado por las experiencias tempranas del bebé y el aprendizaje social a que la civilización, la clase social, el sexo cultural y todas las demás condiciones sociales en que vive llevarán a excitar o inhibir, y con ello recompensar o censurar cada comportamiento enseñado, así como a temer o buscar lo desconocido siguiendo las pautas del grupo. La educación infantil sería algo así como la instalación de los programas básicos para dar comienzo a la actividad de un ordenador capaz de pensar por sí mismo partiendo de esas pautas iniciales. No debería pues extrañar a nadie que tras la saturación de violencia o de sumisión aprendida desde la más corta infancia, un niño actúe con toda la naturalidad del mundo reproduciendo en su mundo esos comportamientos. Exigir responsabilidades por ello es una auténtica irresponsabilidad, si no se busca antes a sus maestros; es más , creo que es un crimen condenar a un niño por hacer uso de un libre albedrío condicionado (¡si!) cuando antes no hemos marcado los límites de los adultos en el indiscriminado uso de violencia como ética social para dirimir discrepancias por el poder. Cuanto menos un muchacho de 7 u 11 años que quiere algo y comprueba si así lo obtiene más fácilmente que en un modo que los hipócritas llamarían quizás racional. En esto, como en tantas otras cosas lo que se barajan son estrategias de poder enjuiciadas desde la moral del mismo poder para su propio beneficio. Lo otro son pamplinas.

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Enfrentado al mundo en el que debe sobrevivir, el hombre tiene como bagaje su herencia genética y su aprendizaje cultural, y tanto uno como otro han de aportarle las coordenadas por las que moverse, integrándose al hacerlo como todos los animales de la evolución, desde el fagocitador unicelular al bípedo constructor de herramientas y lenguajes, pasando por los peces, reptiles, aves y mamíferos que dejaron restos de sus cerebros en el interior del nuestro para que pudiéramos defendernos y aparearnos durante millones de años. Todo eso y sólo eso es lo que funciona en el complejísimo cerebro evolucionado humano y subyace tras las palabras y los impulsos inconscientes; mientras que los mitos y los ritos son una leve capa de recuerdos culturales que precisa engarzarse fuertemente a los instintos para producir respuestas condicionadas que emergen con el lenguaje simbólico, al ser trenzadas en las urdimbres de nuestra infancia (Rof). Y los prejuicios son los cristales enquistados con que tropieza el juego de asociaciones mentales y que le impiden libertad de movimientos.

La gran ventaja (y a veces lo contrario) de nuestro procesador de datos mental es que está plagado de terminales sensibles aportando inputs continuamente, incluso durante el sueño, y no se para nunca de funcionar hasta la muerte, pudiendo trabajar en múltiples tareas de manera inconsciente: yo, al menos, siento un gran placer cuando me asalta de pronto una idea, sobre un asunto que me preocupa pero que no atendía en ese instante, como un destello de lucidez, a veces en medio de la noche, o haciendo el amor, o ... ¿no les ha pasado nunca? ¿nunca han sentido esa impresión maravillosa y han gritado ¡Eureka! ?. Seguro que saben de lo que hablo cuando digo que nuestra máquina de pensar no para jamás y se alimenta de todo lo que recibe aunque no apreciemos hasta qué punto un pequeño detalle es muchas veces capital para destapar la respuesta oculta. *

En una física de superconductores aplicada a la psicología de masas y a la sociología, lo cual creo que es posible adaptar con cuidado, esos prejuicios grabados en la mente en nuestra tierna infancia, serían las impurezas introducidas en el sistema para permitir que se reconstruyan ocasionalmente los vórtices por los que corren sin resistencia la voz del líder o el pánico cegador que arrastran a la multitud, emocionalmente dispuesta a cometer cualquier acto irracional, sin pensar ni depender de sus sentimientos humanos. Una mecánica tan simple como el mecanismo de un chupete.

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El Espacio-Tiempo de cada civilización difiere de las otras, en tanto ha precisado de condiciones distintas para construirse y ha ido siendo elaborado por generaciones de humanos en interrelación con su medio, en lucha contra sí mismos y sus enemigos externos para sobrevivir, cercado por el miedo y el hambre, la fantasía y el amor. Hombres-Mujeres distintos que ofrecían soluciones y fracasaban o triunfaban recibiendo el impulso o la marginación de sus coetáneos o de los interpretes de su trabajo. Eso acababa en construcción social si lo que ofrecían se adaptaba mejor a sus necesidades y era capaz de superar las luchas de intereses y la mentalidad del momento histórico (o prehistórico), o quedaba marginado para mejor ocasión cuando la presión social no admitía el experimento. Eso dio lugar a que se constituyesen auténticas áreas semánticas, circunvaladas por los límites establecidos en los mitos y entretejidas por toda la urdimbre de ritos, estrategias de poder y estructuras propias. Una geografía política que tradicionalmente se ligaba al territorio (naciones-estado), o su búsqueda secular (judíos), pero que a veces ni siquiera precisaba de ese (gitanos o egipcianos como la faraona) aglutinante del espíritu de un pueblo.

A los viejos tiempos de la ignorancia y el desasosiego correspondió inventar las religiones, a los de la búsqueda de estabilidad global tendrá que ofrecerse algo más científico que una esperanza para después de la muerte. Ya no basta amenazar, hay que convencer y las viejas razones no bastan: todas las tradiciones están podridas.

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Hace unos 5.000 años, los chinos inventaron la escritura. Casi la misma que usan hoy en forma de ideogramas que reúnen gráficamente la sustancia y el aspecto de lo expresado; lo que produce, o es su producto (nunca se sabe si el huevo o la gallina), una mentalidad fundamentalmente estética. La concepción del 'tiempo' de la civilización que surgió en las orillas del Río Amarillo es cíclica pues sus ritos anuales están ligados a las estaciones que reproducen cada año los mismos acontecimientos y tratan de que nada cambie en el orden de las cosas para evitar alteraciones naturales. Pero antes de que se iniciara el régimen patriarcal-militar, en el Neolítico las mujeres eran quienes habitaban en las casas y se veían con los varones únicamente en las fiestas de primavera y otoño, cuando éstos venían en busca de ellas con regalos y demostraciones que les hiciesen apetecibles, como hasta hace poco se podía ver en algunos lugares apartados del Sudeste asiático.

Pero es con la instauración del sistema jerárquico-patriarcal cuando la ritualización social se esclerotiza en un sistema de cinco relaciones de obligado cumplimiento en cuanto a deberes y derechos mutuos que no deben ser alterados para que la sociedad funcione perfectamente, en los cielos y la tierra; de ello se encargan el Emperador y sus funcionarios militares y civiles. Esto ocurría ya mas de dos mil años antes de nuestra cronología y aún hoy está grabado a sangre y fuego en sus costumbres: el padre y el hijo, el esposo y la(s) esposa(s), el rango entre hermanos, entre señor y vasallo o criado y las obligaciones entre amigos, responden a un sistema completamente regulado que conduce a ese carácter que a los occidentales nos parece tan incomprensible y sumiso. Resultan ser así conservadores y burocráticos en lo social, y gustan de la delicada reiteración en sus formas artísticas, porque en su mente se ha instalado un ritmo circular y cerrado construido al tiempo que las ideas que configuran sus ideogramas, cuyo dibujo y matices se ha enseñado durante varios milenios a cada niño durante dos años antes de explicarle su significado (unos 2.000 signos para empezar) y prestando más atención a su estilo formal y sin instruirle en el cálculo; lo que unido a la ritualización de la vida cotidiana y la sumisión a los mayores ha venido a producir un orden que poco tiene que ver con el nuestro: Bertrand Russell decía que resultaba imposible hacer comprender a un chino la noción de pecado, y a un occidental le parecen inauditos fenómenos como Kamikaze o Harakiri de Japón, que exageran los conceptos de honor y vergüenza hasta lo insoportable. Pero es así, porque pertenece a unas formas civilizatorias en que "no está permitido cambiar el orden establecido por el Cielo, interrumpir el curso natural de las operaciones de la Tierra, ni confundir las reglas que deben dirigir la conducta y los trabajos de los hombres. Pues, ...si el Emperador hiciera observar los reglamentos propios del verano en el primer mes de la primavera, la lluvia no caería a su debido tiempo, las plantas languidecerían en seguida y los principados tendrían motivos para temer." Ya que "Al orden regular de las estaciones corresponde el comportamiento normal de los animales y de los hombres. Si en un punto cualquiera del circuito universal aparece un desorden, inmediatamente se encuentra amenazado el equilibrio del mundo." (N. Vandier-N). Su lenguaje es monosilábico, lo que precisa de esa entonación musical que matiza la expresión y que, unido al tipo de escritura usado, dificulta, como decía Max Weber, la definición sistemática y el razonamiento lógico del logos. Se trata pues de una educación estética y ritualizada, que establece un orden social y mental que, siendo además tan fuertemente patriarcal como la occidental pero mucho más conservadora, discrimina aún gravemente a las mujeres y sobre todo a las niñas (eso lo podemos ver incluso en la "socialista" China, donde las habitaciones de la muerte exponen el orden de los burócratas); pero que en todo caso se trata de someter disciplinariamente frente al poder haciendo de la vergüenza pública su herramienta principal de castigo para quienes se salgan de lo que se considera conveniente en la sociedad. Su estructura familiar arcaica analizada por Lévi-Strauss en Las estructuras elementales del parentesco describe perfectamente un orden social donde se dicen que los huesos provienen del padre y la carne de la madre, y donde las mujeres son siempre un valor de intercambio entre los clanes, muy estructurado y regulado con sistemas que combinan la endogamia y la exogamia, y articulados en la institución matrimonial para beneficio de una sociedad dirigida por los varones; así, el asunto del incesto no surge por miedo a aberraciones, sino porque al donar a sus hermanas e hijas pueden llegar a acuerdos con otros clanes con los que logran compromisos. Y todo lo que se convierte en religión y tabú procede de la diferencia entre los sexos y de la economía. Confucio es su Platón, que busca el orden estético para la expresión de las emociones, de modo que nada se salga de lo regulado (la vía recta) y toda la ritualización de costumbres desemboque en un orden justo. *

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La mentalidad occidental tuvo su génesis en Mesopotamia: Zaratustra fué el inventor de la primera moral (Nietzsche), donde los orígenes del Bien y del Mal habrían partido de la incomprensión humana acerca de las fuerzas terribles de la Naturaleza, capaces de proporcionar agua, sol, tierra y fuego llenos de bendiciones para los hombres, pero también plagados de peligros como el diluvio, la sequía, los movimientos telúricos, el rayo, la fuerza del viento arrasador y los incendios, etc., que los seres superiores que encarnan las deidades manifestarían como premios o castigos a los hombres que los adoran o niegan. El dios Ahura-Mazda, que "reveló" a Zaratustra sus seis principios morales en la misma época que vivieron Sócrates, Buda o LaoTsé, era el principio del Bien en lucha contra Ahriman, principio del Mal, tiene mucho parecido no obstante con la mitología india de los Upanisad arios. Allí se construyó la primera represa de aguas para la agricultura y se hicieron las primeras ciudades-mercado-fortaleza, donde los magos y sacerdotes conceptualizaron la idea de qué era bueno o malo, y en base a ello constituyeron unas hierocracias a la sombra del poder militar-político, tanto en activo como en oposición, y se crearon los primeros códigos de conducta y legislación, de esa forma se hicieron imprescindibles y pudieron vivir ya siempre a costa de los demás hombres. Y cuando las monarquías asiria y babilonia levantaron sus imperios unificando territorios, los dioses Marduk y Assur se alzaron sobre los millares de dioses restantes y organizaron la vida con una idea de la justicia que refleja el Código de Hammurabi. También allí se inventó (para llevar las cuentas del grano) una escritura que, a diferencia de la oriental, evolucionó del pictorialismo inicial de los jeroglíficos hacia formas más abstractas y conceptuales, hasta llegar a los alfabetos que sirven más tarde para hacer palabras combinando sonidos escritos como letras, los cuales permitieron ya pensar de manera más abierta y fluida, produciendo razonamientos.

El pensamiento generado, no sólo aquí sino en el valle del Ganges del subcontinente indio, es vectorializado hacia el exterior, especulativo, transgresor e innovador constante, oculta un miedo intenso a la violación de los límites que podría ocurrir si no triunfan los jóvenes sobre la generación anterior ocasionándolos el castigo de los ancestros o dioses. Así se construye el concepto de aventura y el de pecado, que incluyen siempre a un oscuro vigilante interior sometiéndole a la culpa y a la vez impulsándole a seguir adelante. Los hebreos (hapiru o prw) convirtieron esto en la forma religiosa con más éxito de la Historia. Ellos, que eran unas tribus vagabundas y mercenarias, no una raza étnica sino descastados o parias, emigrantes perpetuos que no tenían territorio y habían accedido a unificar su panteón de dioses en uno sólo por la promesa de Moises, que les había sacado hábilmente del Egipto donde trabajaban esclavizados, sellando la Alianza del Sinaí con YHVH por la cual si obedecían su Ley obtendrían una Tierra Prometida. Su voluntad de poder negaba el Tiempo, pues así se lo recomendaba la promesa de eternidad de su dios, y luchaba por territorios que acabaron estando no sólo en las geografías físicas sino en las topologías de su mente: la fantasía literaria, la especulación filosófica y científica y más tarde el racionalismo civilizatorio de los griegos construyeron las bases de nuestra moderna sociedad. Pero los mitos que unían todo Tiempo debían de grabarse niño a niño amenazando con el castigo para quien fuese culpable y no supiese triunfar. Por supuesto que toda la civilización occidental es heredera de ese espíritu, como el cristianismo es hijo legítimo del judaísmo. Los cuentos e historias facilitaban la tarea de transmisión cultural, por eso se los contamos siempre a los niños y no dejamos de incluir en ellos los elementos de miedo y orden, de guerra y de sumisión, todos aquellos valores que hacen la idiosincrasia de cada cultura.

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Nuestra cultura occidental cristiano-europea, y su extensión americana, se ha impuesto al resto sin paliativos, no por ser mejor sino por su agresividad destructora de lo distinto, a veces integrándolo transformando la diversidad en variante de efecto nulo, como está ocurriendo con todas las que acuden al crisol estadounidense y son filtradas por el triturador sistema de consumo. El calendario que comienza con Cristo, el alcohol como droga desconsagrada para huir del presente; la ruptura de los límites como forma de buscarse a uno mismo en medio de la nada depresiva; la violencia, privilegiada sobre los afectos como relación personal, que se manifiesta en el espíritu competitivo frente al cooperativo, y en la destrucción como apropiación del mundo. Desde luego, ya va siendo hora de parar la máquina, antes de que no quede cultura alguna sobre la Tierra. Porque los restos fagocitados de las culturas que traga acaban en forma de plagas por el uso bastardo del consumismo: vease el caso de las drogas o la comida china o de la pizza, la mutación de mitologías en comics manga o disneys, y hasta la difusión del arte abstracto por parte de la CIA. Así, la globalización de la economía ha servido para introducir, paso a paso o de golpe, los valores occidentales, aunque eso no haya supuesto siempre hacer triunfar el sistema democrático como política, ya que su interés se centraba en lo económico, en todo el mundo. Eso supone que los mitos se van unificando (pero tardan mucho más que las monedas) y el contenido de unos llega a absorber el de otros: los dioses más débiles son destruidos por los más poderosos, pero no siempre la potencia económica determina la espiritual; así que, los que ofrecen un plus de esperanza mayor o más a ras de tierra pueden ganar a los que dan otras prestaciones superiores: la magia blanca y la astrología o los curanderos de barrio actuales no pierden terreno. De manera lenta se va posiblemente hacia un sincretismo religioso; y por eso los dioses, y sus seguidores más fanatizados, se defienden a muerte de los infieles que les quieren arrebatar el territorio de sus sueños. Eso conduce también a un mestizaje cultural y probablemente lingüístico. Como en la evolución biológica-física, el azar y la necesidad de supervivencia, corregidos por nuestra consciencia, producirá resultados imprevistos, pero creo que es importante aportar algunos granitos de arena a la montaña futura, ¿no?.

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El mito americano del Triunfo tras una dura competencia, es un absurdo que pretende elevar la excepción a regla, para estimular el combate por tener éxito. Conduce a la infelicidad de todos: primero los fracasados, que son el 99 % o más, y poco después la de los mismos triunfadores, que o se mantienen en una tensión infinita de fuga hacia adelante para seguir ganando, o creen haber fracasado cada vez que no tienen lo que se hubieron planteado ya como meta. Es la política darwinista social que no tiene que ver con el héroe griego más que de lejos, ya que éste se planteaba siempre las cosas desde un punto de vista ético, o sea de relación con los hombres, sea llevándoles el fuego, a costa del castigo divino de Prometeo o ayudando a sus amigos como Aquiles, aunque la muerte les esperase como destino anunciado. Y está bastante claro, a estas alturas, que no hay mayor éxito social que sobrevivir en el nivel intermedio de la escala a base de colaborar, y hasta simbiotizarse en ciertos casos con otros organismos con los que se actúa ecológicamente.

¿O no son las clases medias las herederas de las ventajas iniciadas por las elites y sufridas duramente por los miserables?.

Además, toda la vida se desarrolla mejor en los umbrales de la zona templada que en el frío o el calor extremos (es cuestión de termodinámica): son la masa global que, hasta que no llega a un nivel crítico, es el 99 % de lo que hay.

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La sociedad fetichista en que vivimos ha confundido los valores que llevan a la felicidad o nos alejan de ella, - entendiendo como tal un conjunto de sensaciones placenteras que podemos sentir como durables-, al mercantilizar todos los estados humanos desde el nacimiento a la muerte, de modo que el orden anal se impone a la generosa oralidad y, por cuenta de una culpa introyectada que todo lo cuantifica para cubrir su ansiedad, se sustituye el castigo por trabajo y así se acumula aquello que proporciona un sustituto del placer, consumir, comprar, gastar, pasar por experiencias inútiles, pelear sin otro objeto que seguir ahí, penando en el valle de lágrimas con la nostalgia del paraíso, donde todo era gratis y eterno. Porque al animal, nuestro padre ancestral, le traía sin cuidado la inmortalidad, ya que era presa o cazador, pero no tenía tiempo entre comida y comida para soñarse dios. La teoría del valor que sirvió para definir al capitalismo se ha devorado a sí misma.

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domingo, abril 06, 2008

En la anterior entrada he aumentado el número de capítulos a 7, por lo que aunque su comienzo sea el de antes los lectores pueden continuar un poco más. Espero que alguien haga comentarios, aunque se que cuesta entrar en un texto así y reflexionar sobre mis puntos de vista. Pero, se agradecería...

jueves, abril 03, 2008

Empiezo a publicar en este BLOG uno de los ensayos que escribí a finales del siglo pasado y que las editoriales rechazaron. Son 69 Reflexiones acerca de los cambios operados en nuestra sociedad que marcan una nueva era (no de Acuario, por favor, sino histórico-científica) en la que se ponen a prueba las cosas que pensábamos con la nueva realidad del mundo globalizándose y mezclándose, con lo que tenemos en común unos con otros y lo que nos diferencia que es sobre todo nuestra cultura.

69 R.A.P. (Reflexiones Aforísticas Postmortem) de JAÍN DE UR.

"¿Por qué di en agregar a la infinita

serie un símbolo más? ¿Por qué a la vana

madeja que en lo eterno se devana,

di otra causa, otro efecto y otra cuita?"

(J.L. Borges: El Golem)

"Un santo, Lactancio, negaba la redondez de la Tierra; otro santo, Agustín, admitía la redondez de la Tierra, pero negaba a existencia de los antípodas. Sagrado es el Santo Oficio de nuestros días que admite la pequeñez de la Tierra, pero le niega el movimiento: empero, más sagrada de todas estas cosas es para mí la verdad, cuando yo, con todo el debido respeto por los doctores de la Iglesia, demuestro, partiendo de la filosofía, que la Tierra es redonda, y habitada por antípodas en toda superficie; que es de una pequeñez insignificante y corre veloz entre los demás astros" (J. Kepler, Astronomía Nova). "Ahora bien, que nadie crea que al asentir con esta mi liberalidad a Galileo, deseo impedir a otros la libertad de discrepar de él. Lo he alabado con sano juicio, y por mas que haya emprendido aquí la defensa de algunas creencias propias, lo he hecho convencido de su verdad e intención seria, si bien prometo rechazarlas solemnemente tan pronto como alguien más sabio que yo me demuestre el error con un procedimiento legítimo" (J. Kepler, Conversación con el mensajero sideral).

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He leído que los límites de nuestro espacio-tiempo están separados por 60 órdenes de magnitud: A una escala de 1028cm. (un 1 con 28 ceros) como radio observable de nuestro universo viene a ser tan plano como en la longitud de Planck, 10-33 (un cero coma 33 ceros antes del 1): las líneas paralelas no se encuentran. También que, cuando vemos como un punto un supercúmulo de galaxias de 100 megapársecs de diámetro -un pársec es una distancia de 3,26 años-luz y un año-luz viene a equivaler a unas 63.000 veces la distancia de la Tierra al Sol, y el centro de la Vía Láctea está a unos 10.000 pársecs-, y un leptón -que es una de las subpartículas que conforman los átomos y que mide una centésima de fermi: el fermi es una medida de longitud equivalente a 10-13cm. o sea una diezmilésima de mil millonésima de cm.- están separados por 41 potencias de 10, y entonces encajan sus estructuras. Es decir, que mirando por un supertelescopio orbital como el Hubble y a través de un detector de partículas subatómicas como el del CERN, en ambos casos un punto es un punto es un punto (aparentemente). Y entonces, teniendo en cuenta que en realidad la Materia es una forma de energía compactada a causa de la curvatura del Espacio-Tiempo y que se produjo en menos de 1 segundo tras el Gran Desparrame, me tengo que preguntar: ¿Y yo, qué soy, desde ambas perspectivas?.

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En realidad, se quien soy y qué parte de mí representa al conjunto. También se que la muerte me sumará físicamente allí; pero no se hasta qué punto mi propia individualidad puede conquistar un hueco en la fosa común y seguir siendo parte de mí. Lo malo es que no lo sabré hasta que sea demasiado tarde, cuando quizá ya ni siquiera sepa que lo se. Tal vez por eso, lo que me da más fuerza para resistir en esta vida cuando me siento deprimido, es pensar, hasta el punto en que se puede ser consciente de algo así, que después de esta vida no me espera otra, ni eterna ni por reencarnación; lo cual me hace sospechar que más vale esto que nada. Claro que me agradaría encontrarme con una sorpresa el día de mi muerte al otro lado del túnel y formar parte de alguna clase de conciencia universal, aunque perdiese el Yo construido en la interacción de mi cuerpo creciendo y lo que iba aprendiendo mi mente, pero seguramente ya no sería Yo, sino alguna clase de sustancia inmaterial en el frondoso espacio de lo incomprensible. Porque del más allá no se regresa. (o, a lo peor, se me ha olvidado y antes estaba en otro cuerpo...)

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Lo cierto es que sigo siendo agnóstico, y profundamente escéptico. Creo sinceramente que los argumentos ontológicos sobre un dios personalizado y exterior son falacias producidas por el miedo a la oscuridad que, y eso es lo grave, sirven para construir burocracias eclesiales que destruyen cualquier idea misma de un ser absoluto. Porque no puede haber existencia fuera de la existencia; y si Dios fuera un ser absoluto y extraño en todas las potencias que se le atribuyen, no necesitaría dar lugar a creación alguna, pues su enorme magnificencia ni precisaría ni dejaría de hacerlo, de ello; y atribuirle el humano sentimiento de querer verse reflejado, adorado, obedecido sumisamente por seres inferiores a él, es un sin sentido tan absurdo como grotesco (¡qué no me vengan con que el hombre no puede entender la magnitud de Dios, porque sí fuera así no se lo habría inventado!): sólo ocurre que se confunde el miedo a la muerte con el deseo de eternidad, y a eso que nos ocurre a todos los humanos, dado el carácter cerrado del concepto pero lo abierto de la facultad de razonar, lo quisimos llamar dioses mientras se nos ocurría otra cosa mejor. Lo jodido es que haya durado tanto y servido para los viles fines de tan pocos. No hay pues mas Dios que lo que existe, que no debemos confundir con lo que perciben nuestros sentidos acostumbrados a seleccionar sólo parte de lo que hay. De tal modo que todos somos Dios y nada lo es. Y si algo queda de cada ser que haya existido, existe o exista alguna vez, su maravillosa síntesis inteligente que hace a la energía convertirse en materia, que hace crecer a un cristal, que permite desarrollar una forma de vida distinta en cada nicho, adaptando lo contingente en interacción para responder de billones de maneras a ningún otro propósito que estar ahí, eso será al final del Todo, que es como decir al principio pues el Tiempo y el Espacio son meras propiedades, lo más aproximado a Dios: ni más ni menos. Pero, eso sí, por vergüenza torera al menos deberíamos tener la dignidad y responsabilidad que otorgamos a los dioses cada uno de nosotros y proteger y amar lo que queda a nuestro alcance. Ese tendría que ser el modo de alabar a cualquier hipotético dios y no con los sectarismos parroquiales de ninguna religión organizada. Es más, yo les diría a todos esos patéticos clérigos que parlotean acerca de lo divino y lo humano, lo que ese filósofo de nuestro siglo, W.: más valdría que callaran porque de ese tema nada saben.

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Primero la madre, después la familia (o sea el padre, que significa el pasado, y los hermanos, que son el mundo), más tarde la escuela (el padre social, que ahora también es la TV), el grupo de amigos y relaciones sociales (los nuevos hermanos) en la adolescencia y la juventud, el/la compañero/a sexual (otra vez la madre perdida-buscada, quizás encontrada) van creando la trama de relaciones que conforman al personaje (en su entorno, de fuera a dentro) que nos habita: capas de cebolla superestructural que tienen que responder ante diferentes acontecimientos de nuestra vida. Y que, a veces, resuelven su papel con pureza; y otras se mezclan y luchan unas contra otras en busca de respuestas. Si uno consigue armonizar los comportamientos es posible que viva en paz, pero lo normal es que se interfieran continuamente unos a otros y nos hagan sufrir.

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Una mujer es un hombre (no un varón) a quien se ha mutilado de manera extra en su infancia para hacerla depender toda la vida de su padre. Para ello hay que hacerla saber desde muy pequeña que no será nada si no acepta su condición y que eso implica la función de madre y la imposibilidad de emanciparse de su nicho social.

Un hombre (no un varón) es un animal que pretende ser dios (eterno) y a quien la casualidad de su bipedismo, y las consecuencias que eso trajo en su mano y en su cabeza, ha permitido liberar su terror de ser presa nombrando a sus enemigos naturales; lo que llevó a poder relacionar el sueño y la vigilia a través del conocimiento, y éste le dio un poder efímero que no se resignaba a perder con la muerte; por eso inventó los mitos y se los hizo tragar a sus descendientes para que le hiciesen vivir por los siglos de los siglos.

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El Amor es una forma de relacionarse con nuestros semejantes que partiendo de la sensación de placer que produce la disipación o entrega de nuestras energías, busca llegar a establecer un vínculo permanente con que perfeccionar nuestra propia humanidad. He dicho con nuestros semejantes, aunque se puede amar la tierra, las cosas, las ideas y fantasías, dotándolas de características humanas, tomándolas como madre, hermanas o hijas(-os), o haciendo de ellas el sueño con el que unirnos para siempre: nuestro enamorado místico que puede ser dios o el arte, o la aventura o la ciencia. AMAR es fluir generosamente de dentro a fuera sin pensar en obtener nada a cambio. Y ODIAR es lo mismo pero con la intención de hacer daño; no es su contrario, sino la otra cara del amor: en lugar de regalar afectos se reparten desafectos, pero sin buscar retorno alguno, generosamente. El amor tiene que ser libre, confiado y tolerante, no puede ejercer presión ni desesperar ni medrar en los defectos porque su altruismo fundacional le da la fuerza para vivir de sí; mientras que el odio es una fuerza de signo contrario que sólo encuentra satisfacción en la aniquilación del objeto del desafecto, al que querría hacer tanto daño como fuera posible, como si se le hubiese invertido el polo de atracción a un campo magnético. Eso es lo que me lleva a calificar a ambos como opuestos de una misma fuerza relacional que por su nivel de consciencia únicamente creo posible entre los seres reflexivos y, como consecuencia de ello, yo califico al AMOR-ODIO como la dimensión puramente humana en la que tendríamos que fijar nuestra atención a la hora de ordenar el equilibrio de la Humanidad. Ambas se han desarrollado a partir del miedo, de la necesidad de protección de la criatura por parte de la madre que lo parió y la angustia que siente cuando ella no está cerca, esa es la cuerda que ata lo animal y lo humano. Ese carácter dual es lo que por otro lado confirma curiosamente la vieja idea cristiana del perdón que se parecería en cierta medida al No-hacer oriental: el odio no se puede combatir con odio, porque su signo es igual e incrementa el potencial de dolor, sólo el amor lo aplaca y produce un estado de polarización positivo el cual, sin embargo, no tenemos necesidad de neutralizar ya que no resulta dañino para la naturaleza. Pero hay que verlo estrictamente como relación de fluencia o sea placentera y libre (¿a alguien le produce placer el estreñimiento?) en contraposición con todo lo que supone retener. Difiero pues radicalmente de la posición que, como en Castilla del Pino -a quien por otro lado admiro y leo desde hace más de 25 años para aprender de su saber -, define el amor y el odio como formas del deseo, diciendo que es tratar de adueñarse del objeto, poseerlo en su totalidad o en parte, eso si de signo opuesto en cada caso. Pienso que se trata de una perversión cultural: una psicopatología surgida del concepto de valor tal y como la sociedad patriarcal de predadores viene imbuyendo a sus crías desde hace miles de años: él mismo lo indica cuando afirma casi continuamente la predominancia del varón en los sentimientos pervertidos por los celos. Yo me he fijado en la confusión de la joven madre primeriza; no me refiero a las humanas -a no ser que pensemos en una que no se sabe embarazada ni porqué, como esas pobres "deficientes psíquicas" que tras sufrir el abuso sexual con su cuerpo, se encuentran un día en su retrete o bidé a una criatura salida de su vientre con dolor y desconcierto, y no saben qué hacer con "eso"-; me refiero a los mamíferos de la sabana, tan retratados en documentales televisivos, que observan a la criatura y la placenta e inmediatamente aman y defienden "eso" que todavía es una parte de sí mismas; a través de sus sentidos perceptivos e intuitivos "comprenden" que deben comer una de las partes y alimentar con sus pechos a la otra, la que se mueve y les huele a su propia carne y sangre, pero empieza a cobrar autonomía de movimientos. La reacción es inmediata y automática y para nada se puede confundir con un "poseer", siendo la más básica forma de amor: la de madre; que en algunas especies se prolonga luego en la alimentación de los cachorros propios e incluso de otros adoptados. Existe pues una mezcla aberrante que se ha de producir en determinado momento cultural para que el amor de madre conduzca al deseo de posesión, a los celos y a la violencia contra sí y el otro en ausencia del afecto natural. Y, primero, no puede ser ella quien lo desencadene; y, segundo, ese momento se produce cuando la imagen del otro sustituye al auténtico otro, cuando el lenguaje cierra las vías de la realización del deseo a través del No, y la alienación del valor sustituye a la realidad: diríamos que el mapa se convierte en el territorio y las curvas de nivel se convierten en terrazas de bancales cortando los senderos de tierra; porque lo simbólico ocupa el lugar de lo físico en la realidad. Quizá C.C. del P., que se esfuerza por hallar la hermeneutica del lenguaje en las patologías humanas, debería dar la vuelta a las cartas sobre la mesa y ver qué figura esconden y cuál es la jugada que componen al juntar los elementos que en cada civilización son discernibles, para descifrar con Lacan el secreto de la esfinge. De otra manera no se sale de Occidente, pues lo que está claro es que entre los pueblos nepalíes que comparten una misma esposa para varios hermanos, o en las tan estudiadas islas Trobriand las relaciones de amor/odio no son iguales a las nuestras.

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El trabajo (la acción, no su acumulación en beneficio que convierte el valor de uso en valor de cambio) es una mezcla de amor y poder, una fusión de nuestras energías con el medio que modifica para que al intercambiar contingencias se opere un cambio en el resultante, tanto para el actor como para su entorno, lográndose un producto enriquecido para ambos. Recordemos que la perspectiva sigue siendo relacional, y no debe ser conceptual porque los conceptos son una abstracción del pensamiento para justificar una acción, es decir encerrarla; y su contrario es la acción de destrucción o violencia, en que el poder se mezcla con el odio, por lo que el resultado de esa forma de actuar será de carácter negativo, teniendo en consecuencia un fin inverso. Todo depende de las proporciones y el signo del afecto: el amor crea vida, el odio la destruye, la acción es verbo transitivo entre yo y tu.

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El enamoramiento es como un chispazo de la atención (una especie de imbecilidad transitoria, decía Ortega) y se conecta con el deseo sexual el cual es una forma perentoria de atracción para copular, que puede llegar a durar y transformarse en amor con el tiempo si la relación desarrolla una estabilidad más allá del deseo, pero que tiene como fin el propio placer (la descarga sexual). Lo que lo diferencia al verbo AMAR, como al ODIAR, es su transitividad absoluta, la necesidad de ir del sujeto al objeto sin mediación. Se trata pues en una relación amorosa, o de odio, inmediata; de una disipación energética sumamente elaborada y poco comprendida hasta hoy por los seres humanos aunque sueñen con ella, que se confunde constantemente con esas otras formas relacionales prehumanas que son los instintos sexuales y territoriales mezclados con el miedo, y que son precursores de la relación de Poder. El AMOR se aprende en la primigenia transrelación madre-hijo; o no, y en ese caso la impotencia para alcanzar la felicidad transforma todo lo que era amor en odio, desencadenando pasiones terribles, que conducen a la aniquilación del Otro, y en muchas ocasiones a la del propio Uno, que anoréxica y bulímicamente, con adicciones a sustancias de adicción oral o sanguínea o en violento suicidio manifiestan su odio, que anidó en el hueco donde no estuvo el amor primigenio.

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El conocimiento se acumula en forma de saber y proporciona Poder. Porque la memoria es tiempo convertido en materia en los almacenes de nuestro cerebro, que vuelve otra vez al tiempo cuando recordamos el pasado o soñamos el futuro. El Poder es una relación que se estructura entre dos niveles de saber, cuantitativamente distintos, pero homólogos, y que existe en todo lo natural como información que se transmite genéticamente para permitir la supervivencia de todos los seres. Se constituye al acumular los conocimientos y utilizarlos para sacar ventaja en relación con quien no los posee.

Es la relación del cazador y la presa, el que más sabe de los dos es quien triunfa en la lucha por sobrevivir, pero ambos se anudan en la alienación de la imagen del otro, y se liberan dominando.

Se sitúa en un campo escalar distinto al del Amor en el esquema de las relaciones, parece tener las mismas reglas pero basadas en concentrar en vez de disipar, semejaría un circuito gravitacional, por su carácter atractivo y equilibrador y porque además es lo que produce la curvatura que encierra aquello que queda dentro de su campo de acción: lo social. Pero es inmaterial, su partícula/onda constituyente es el bit-informativo y la masa que genera es el saber que, acumulado adecuadamente en las memorias del Tiempo, proporciona las fuerzas necesarias para el trabajo del pensamiento (esa acumulación del fluido de la percepción que retenemos en forma de conceptos: ideas encerradas en cápsulas sustantivas que se mueven a través del tiempo por medio de los verbos: la fórmula mágica del lenguaje).

Por eso el Poder Humano reside en la Palabra (Amar es inexpresable verbalmente, requiere la metáfora), y se enseña a partir del NO en la segunda etapa de la vida infantil: con el control de esfínteres y alimentos que lo encadenarán orgánicamente en forma de tabúes, tótems y actitudes. Esa palabra es la que rompe la simetría del equilibrio animal de poder. Pero también los animales desarrollan formas o campos de poder al relacionarse unos con otros. Es pura economía del espíritu, esfuerzo ahorrativo para utilizar cuando convenga, que se introduce mediante el miedo a la inseguridad, desde el lado fuerte que muestra su experiencia ejemplificando, y atemoriza a quien carece de ella para hacerle aceptar la realidad frente a la placidez de la vagancia, o bien lo somete y esclaviza aprovechando su ignorancia. Su posibilidad de establecer dominios (el ámbito de poder visto desde arriba) y la jerarquización para distribuir el ejercicio del poder, crearon dos niveles: miedo y sumisión, abajo; violencia y amenaza, arriba. Lo que llevó a establecer dos morales (Nietzsche): la del aristócrata (de orgullo y justificación) y la del esclavo (de venganza y sumisión). Y en las religiones salvadoras se mezclaron, dando lugar a una doble moral de hipocresía y escándalo, de pecado y triunfo, por su dinámica vectorial transgresora; mientras en las orientales, que se esclerotizaron en las cinco relaciones confucianas, inmovilizan la sumisión, y la transgresión es vergüenza pública no culpa individual, porque el Ser es colectivo y la muerte insignificante. Se trata pues de un mecanismo adaptativo del animal humano, lo mismo que el Amor, que utiliza la energía existente de forma variada para conseguir una eficaz continuidad reproductiva.

El Poder se puede ejercer, por supuesto, de formas variadas (la violencia es el camino más corto para imponerlo, la democracia el más distributivo, pero depende de tantos factores de acuerdo entre desniveles que hace exclamar a un guerrillero como Arafat, hoy Jefe de la nación Palestina: "Es tan complicado ser demócrata...").

Lo que diferencia a los humanos del resto del mundo animal es su reflexividad, que da lugar a la posibilidad de transmisión cultural al margen de la genética, lo que ha ido introduciendo fuertes aberraciones en las fórmulas del poder y eso precisamente es lo que son las civilizaciones.

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La caza de grandes presas -un millón de años quizá en los genes, mientras que la agricultura no llega a 20.000 años- fue el origen del Patriarcado, y con él de la familia actual. Y no sólo porque supusiera la reclusión de las hembras en campamentos donde parir y cuidar criaturas y pertenencias (fuego, provisiones almacenadas, etc.,) a la espera del regreso de los guerreros que traían (aunque a veces fracasaban) carne y prisioneros/as, sino por el espíritu predador que introdujo en sus mentes. De ahí al capitalismo global de hoy que destruye el planeta sólo ha habido un recto caminar irreflexivo, montando sociedades-mercado-fortaleza acordes a tal mentalidad. Y "ellas" tanteando intuitivamente que macho le daba seguridad para ofrecerse seductoramente a él y conquistarlo: en ese esfuerzo tuvieron incluso que sacrificar su propio placer (estar con tantos como su fisiología permitía realmente) en aras de una pobre felicidad, que es ese bajo tono de satisfacción que planea sobre lo "seguro". Pero es que se jugaban la vida ante la bestia.

Durante casi un millón de años, los machos pre-humanos aprendieron a perseguir, acosar y matar y establecieron sus tabúes de preservación vital, controlando los secretos del su saber. Y la "monas" se lucían y entregaban sexualmente para poder ser defendidas de la misma brutalidad de los machos que, por lo general traían comida y pieles al hogar. Luego vendría la agricultura.

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Todo eso es consecuencia de la evolución en condiciones difíciles de disputa del entorno con otros predadores. Ahora esas condiciones han cambiado, y la mujer lo ha percibido antes que el varón, por eso ellas son hoy el sujeto revolucionario del género humano. De su voluntad de cambio actual depende en gran medida el futuro de los hombres, esos seres en camino de transformarse en dioses. Son ellas quienes han comprendido primero que existen formas de relacionarse que no precisan jerarquías de poder, como el affidamento; o lo que llaman autoridad, una relación que señala un rango de sabiduría en la mediación que se asume sin coacción activa o pasiva en el ámbito de su eficacia, permitiendo articular intercambios equitativos de conocimientos, de trabajo o de afectos, sin que implique dominancia de un lado sobre el otro; de hecho "ni tiene ni busca poder dentro del orden patriarcal" (Mª M. Rivera G.), y tiene sus propios métodos de intervención en lo público, como puede ser la ilegalidad responsable, que no se basa ni en la resistencia ni en la desobediencia civil sino en un comportamiento basado en el criterio de autoridad y que yo creo que está en la base de la actuación de muchas ONGs. Al romper el orden simbólico se consuma la revolución, y el cadáver en descomposición del Patriarcado queda expuesto para los servicios fúnebres, mientras se gesta un nuevo orden donde la diferencia no es discriminación sino multiplicidad. Hoy, una mujer es una mujer una mujer, y no una mezcla en partes elegidas por el macho de niño indefenso y animal sexual. Silenciosamente está en todos los lugares, e incluso en aquellos donde le cortan el paso, deben ya definirse por su ausencia "políticamente incorrecta": en las sociedades islámicas, las iglesias, donde lo sagrado ha sido miles de año masculino: dios y rey, la represa cede en tantos sitios que el caudal es imparable y desborda en grandes chorros o pequeñas grietas por toda la estructura del sistema patriarcal, de lo simbólico a lo físico. El dualismo alma-cuerpo (o espíritu-materia) que daba la preponderancia a la primera sobre el segundo fue el primer matricidio consumado alevosamente, asesinando a la propia engendradora de vida como protagonista del nacimiento de todo el ser desde su interior carnal al conceder la parte pura o sagrada de la vida del ente a un Dios-Padre (el macho original) que iba a otorgarla con el verbo. El orden violento del varón es reducionista para ser eficaz: tiene que fundarse en la negación y la diferencia, para que el Yo se cierre a la contaminación genérica adversa: se elige el modelo simbólico del padre o la madre por identificación exclusiva y haciendo que el centro de poder esté en el varón, dejando como alternativo y fuera del orden lógico a la femineidad y sus valores. Pero, al negarlo sistemáticamente para poderlo expulsar una y otra vez, lo ha mantenido vivo hasta que ha comenzado a germinar; y ahora, desde el otro lado del espejo el feminismo de la diferencia resurge entre las grietas de la muralla: el concreto se hincha y la consistencia cede por la liquidez de la lógica ancestral en la pétrea solidez de la dialéctica. Su forma de acceder al conocimiento no es jerárquica ni discriminadora así que no precisa estructuras científicas sino sensibilidad humana; la riqueza de su conocimiento no se acumula, se disgrega y reparte como el afecto y la comida en la casa de la madre.

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Del miedo a la muerte el hombre se sacó a los dioses, lugar al que había elevado a sus ancestros, que le visitaban en el sueño, para que, siendo superpoderosos, le protegieran de los peligros diarios. Al principio los dioses (devas en India) eran muchos, tantos como cosas importantes y se les rogaba ayuda ofrendándoles alguna parte de lo que otorgaban. Luego, cuando una casta monopolizó el culto y se convirtió en intermediaria ante lo mágico, exigió sacrificios mayores para beneficiarse de la esperanza (pasado mirando futuro) de los crédulos; y empezó a pedir fe (futuro mirando pasado) desarrollando un sistema moral en el que lo que era bueno para ellos se consideraba "lo bueno" o favorable a los dioses y lo que no lo era se tildaba de pecado a condenar y requerir penitencia, lo que no era otra cosa que una manera de conseguir otra ofrenda.

La hierocracia que se constituyó después, tras la especialización de funciones en las ciudades, fue quien les convenció de la necesidad de un Dios-Padre todopoderoso y al servicio exclusivo de su tribu o nación, al que habría que adorar sacrificialmente. La unión de los conceptos de Dios y de Nación (padre y madre sociales) le proporcionó el sueño de Proyecto Histórico, elevando a su familia o clan al estadio celular de un objetivo cultural que justificaba su sueño de trascender la genética para mutarse en dictador de su propio destino: Dios, uniéndose a los ancestros y dictando la Ley. Es la historia del poder entre los hombres.

Pero el hombre sigue siendo un animal que hay que domesticar uno a uno, antes de que se convierta en salvaje (natural), por medio de la enseñanza de los códigos sociales. Y los hombres debieron de darse cuenta, antes de serlo incluso, de que la sexualidad no era solamente una cualidad reproductora: que la abstención temporal, en un ser que dejaba de ser cíclico en su celo y gozaba especialmente del sexo, y la regulación ritualizada, le proporcionaban un control increíble sobre los individuos en período de aprendizaje, por lo que extendió las prohibiciones convirtiéndolas en tabúes, ligados a las formas culturales. Así prohibir servía para acumular. De hecho existe una especie de primates que está por encima de los chimpancés en la cadena evolutiva, los bonobos, cuyas hembras no entran en celo, al igual que las mujeres, siendo continuamente accesibles sexualmente (desde el punto de vista físico, claro) y caminan erguidos más tiempo, copulan con el abrazo anterior en vez de por detrás, lo que acerca sus rostros, y que resultan ser mucho menos violentos con sus crías, más tiernos, lo cual les asemeja a sus primos humanos.

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La familia transmite eficientemente los valores de sumisión jerárquica y construye para el pequeño cachorro humano el nido de conceptos espacio-temporales en que debe desarrollarse su existencia. Distintos en cada sociedad, pero todos iguales en lo que se refiere a la estructura básica del poder. Primero le da el amor maternal, imprescindible para su capacidad reproductiva y para establecer unas relaciones sociales humanas. Y luego lo alimenta de los conocimientos que lo sitúan en su lugar social, o en el que los proyectos soñados por sus padres quisieran estar (al fin y al cabo el hijo es la proyección temporal del padre, como su herencia es su proyección espacial que todos sueñan ampliar).

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El macho se convirtió en el elemento fuerte en su sentido físico de potencia y planificación para cazar grandes piezas, aunque la hembra pudiera serlo en otros campos, y adquirió cualidades de lucha y búsqueda; así como sus parejas intelectuales de planificación e invención, adecuadas en un estadio de carencias elementales y condiciones climáticas duras, que llevaban a disputar alimentos y abrigo a otras especies y a grupos rivales de la propia. Ello motivó el que las hembras que parían, desde la pubertad a su pronta muerte, crío tras crío y habían de quedar al resguardo durante los embarazos y la crianza, se hicieran por ello las depositarias de capacidades más sedentarias, modificando sus cualidades. Tal cosa debió de ocurrir tras muchos miles de años de estructura social con preponderancia femenina que pudo mitificar su poder sagrado de dar vida en la época de la recolección y vagabundeo; lo que motivaría una envidia misogínica de los varones que aún hoy se nota en ese desprecio secular hacia las mujeres por parte de los que se creen "más hombres entre los hombres".

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Las sociedades primitivas debieron de ser poco a poco dominadas por los machos que al establecer sus derechos jerárquicos fueron condenando a las hembras a la esclavitud hasta llegar a utilizarlas como valores de intercambio que reforzaban su poder en el grupo.

Aunque tenían que ser ellas quienes cubrieran las primeras etapas educativas, hasta la entrada en sociedad de los adolescentes, como aún ocurre, por ejemplo, en las sociedades islámicas en que la potestad del padre comienza hacia los siete años, momento en que toda la educación se impregna decididamente de menosprecio por la mujer a la que no se permite progresar estudiando y se la empieza a cubrir con el velo. El porqué de tal comportamiento se lo podríamos preguntar también a los monos papiones o a los humanos Massai entre otros muchos semejantes a nosotros que aún siguen en etapas anteriores de desarrollo social. Sus ritos y mitos nos contarían nuestra propia historia, si sabemos entenderlos.

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El apellido del padre (varón) puesto primero a cada hijo en nuestra civilización, señala el orden social de poder (la potestad sobre la herencia, genética y de las propiedades de la familia): es la negación de la mujer como persona, que impide "partir de sí para entrañarse, para establecer relaciones abiertas, superando la noción de ajenidad del mundo" (Luisa Muraro), porque anula, como después lo hará el matrimonio, la individualidad del ser femenino; es el hiyab (velo) occidental, que deja en tierra de nadie, o sea de todos, a las mujeres. Cada núcleo familiar reproduce ese orden, desde la del Rey (cuyas hijas mayores están en España sálicamente declaradas incompetentes para reinar al existir un príncipe varón) hasta las de las madres solteras, a quienes se pide aún que busquen, si no legalmente si de hecho por estar mal vista su actitud social, un padre que ponga su apellido a los hijos. También el género en el lenguaje indica la discriminación, al nombrar en masculino al conjunto: los hombres por la humanidad, o los españoles, los médicos, los negros, el dinero, el poder, etc. Un idioma moderno debería ser neutral y los nombres propios, con riqueza de posibilidades adjetivales o patronímicas abiertas, suficientes para llamar a las personas (Deleuze decía que "el lenguaje es fascista" y no se equivocaba mucho, creo yo, porque al menos machista si que es, sin duda). Al fin y al cabo ya tenemos números que nos identifican en los documentos oficiales, pero las mujeres además tienen un apellido de hombre apostillándolas.

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Mucho antes que la manzana (comunidad de familias) o la aldea y que la escuela y el grupo de amigos, la familia es la primera red social a la que se incorpora el individuo. Es un microcosmos de relaciones, un pequeño sistema donde aprender interactuando con el medio en condiciones normalmente favorables de cobijo y afecto. En ella se aprenden las primeras relaciones y, si allí predomina la afectividad y la cooperación -es decir, relaciones en las que el poder aún no ha hecho acto de presencia-, el niño no sólo tendrá muchas más posibilidades de sobrevivir al tejer sus otras relaciones sociales; si no que si le fallan, la familia actuará como red de circo en las caídas: estará salvado porque la solidez de su malla le dará el calor necesario en tiempos difíciles; y su misma aportación por pequeña que sea le mostrará un camino de solidaridad y amor tan gratificante como para estimular su extensión hacia las otras redes sociales. Claro que eso es un supuesto ideal, porque en la realidad la familia se conforma con enseñarle el papel que deberá adoptar para sobrevivir mediocremente; y eso, a costa de mutilar su capacidad creativa con prohibiciones y normas de cumplimiento estricto con el chantaje de los afectos como contrapartida.

Y, si en ella predomina el despotismo, la violencia, el abuso, la arbitrariedad y la falta de cariño, y se estimula el espíritu competitivo por encima de la colaboración entre iguales, el modelo vital que tratará de reproducir más adelante le conducirá a una lucha fratricida; y el autoritarismo activo/pasivo inculcado, el miedo a volver a caer en ese clima fatal, lo que le impedirá pedir auxilio cuando realmente lo necesite; además de convertir al individuo en un criminal miedoso y conspirador que hace sentir su propio terror a la soledad a los demás a través de la violencia.

En la familia se fijan sinápticamente las referencias del hombre social: el orden del poder. No es que sea imprescindible, existen otros modelos posibles, desde el falansterio al orfelinato, del clan totémico a la pandilla de huérfanos, pero la familia extendida guarda unas características naturales que ningún otro aporta, porque en ella aparecen los progenitores modelando el sistema relacional, dando coherencia a la necesidad de afecto y estímulo, al vínculo cooperativo y al juego creativo de buscar y aportar entre hermanos, de satisfacer la curiosidad y la ternura; más aún si están cerca los abuelos, tíos, primos y todos aquellos que aumentan el intercambio de experiencias generacionales. Desde luego no me refiero a la "familia cristiana" ni a ninguna en particular basada en coordenadas ideológicas represivas, sino a una un tanto ideal que aparece borrosamente en todas las formas familiares, pero que es posible dotar de contenidos, porque como modelo viene a ser de lo mejor que ha inventado la humanidad. Es un campo escalar social que, si se corrige eliminando las funciones sexistas y se democratiza con la participación responsable y decisoria de todos sus elementos, podrá reportar aún muchos beneficios en siglos venideros a la formación primaria de los niños, antes de pasar a los otros terrenos sociales.

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Madrid, Madrid, Spain
Soy fotógrafo de prensa en MADRID y además me gusta escribir. Tengo ya 60 años. Y opino que si no hubiera ni religiones con dioses ni ideologías totalitarias el mundo iría mucho mejor. No creo en la propiedad porque entré sin nada y así me iré de este mundo. Pero sonrío siempre que puedo a la gente (lo que produce efectos de todo tipo: unos se mosquean y otros me la devuelven). El cambio revolucionario lo están produciendo las mujeres al incorporarse a los usos del poder, así que espero que la sociedad vaya mejorando sin violencia y que el mundo detenga la locura de las guerras y los fanatismos para que algún día nuestros nietos vivan mejor. Mi otro Blog ¿POR QUÉ? es aún más descarado.