martes, junio 03, 2008

Un par de capitulos más aunque tengo la sensación de que son pocos los que lo leen, no se si merece la pena seguir transcribiendo el texto que escribí hace más de 10 años. Mis 69 RAPS:

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La filosofía es a la ciencia, lo que el arte al bricolage; una búsqueda virtual de un algo más que de a la percepción las alas que una onda hace vibrar, antes de fijar sus momentos para convencernos de su existencia. Por eso, siempre va por delante fijando metas inconcretas, mostrando la belleza de las aspiraciones humanas. Como el arte de vanguardia frente a la experimentación artesana utilitarista. Y en ese orden comparativo el último peldaño lo representan la tecnología de diseño y la decoración de paisajes o interiores. De todas formas, el verdadero científico, no el artesano de los desarrollos tecnológicos, sino el inventor, percibe una analogía, con su imaginación de artista, y da lugar a una hipótesis que tiene que constatar prácticamente en su laboratorio, aunque su método es inverso al del artista, uno va de abajo arriba y otro de arriba abajo. Como decía F. Jacob en una conferencia a la que asistí: "lo hermoso es lo real, lo real es hermoso". Y un artista convierte en belleza aquello que procede de dentro de él, al conectar con otra realidad.

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Pero no vayamos a creer en fantasmas, toda la filosofía tiene una base científica que desconoce hasta que se transforma en ciencia, y para entonces la especulación por medio del lenguaje y las imágenes suele estar ya en otra parte. Pensemos en ello como el comportamiento cuántico de una función onda o una corpuscular: si queremos saber donde está una partícula no podemos conocer su velocidad, y viceversa. Ya lo decía el pensador chino Kong-suen Long varios siglos antes de nuestra era: "La sombra de un pájaro que vuela no puede moverse" y "Sea cual sea la velocidad de una flecha, ya no puede moverse ni quedarse en su sitio".

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Y, por lo mismo, la ciencia vuelve a la filosofía, encontrando que en el fondo de su más avanzado trabajo no hay otra cosa que especulación, llevada por un método empirista inductivo o reflexivo para deducir teorías, una y otra se chupan en un sesenta y nueve.

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El hombre es un ser multidimensional y reflexivo. Lo primero sería común a todos los seres vivos, aunque en cada uno se desarrolle de manera distinta. Lo segundo es lo que le da esa capacidad que posee para re-conocerse y a través de ello, modificar su camino en la vida. Cuando nace, es tan vulnerable que precisa absolutamente de la relación simbiótica con la madre hasta "darse cuenta" de que es otra persona, proceso en el que se construye como sujeto. Reconoce los objetos de su entorno, o sea que los "comprende" en sus tres dimensiones espaciales (longitud, superficie, volumen), y los va introduciendo en un desarrollo temporal con otras tres (vida, colectividad y humanidad) que los dota de causalidad, o sentido. Pero eso no sería posible sin esa auténtica dimensión relacional que es la información, la incorporación de los datos a su cerebro en crecimiento y que van modificando todos y cada uno de los elementos de su experiencia transacional, para poder integrarse en el medio donde habita. Su ventaja es la flexibilidad con que puede tratar una información que en los otros animales condiciona su vida desde dentro, pero que el humano por la reflexividad mental puede seleccionar mejor de entre el ruido y modificar los resultados. Y, por supuesto, tiene aún ocultas otras muchas dimensiones.

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Su gran problema es que, desde que bajó de los árboles y se puso a vagar por la sabana, ha ido modificando, poco a poco al principio

y a toda velocidad en los dos últimos siglos, el entorno vital sin llegar a adaptarse completamente a él, salvo algunas culturas insulares y quizás la oriental más pura. Pero como hoy todas han sido invadidas por la ambiciosa civilización europea postsemítica, con lo que ese esfuerzo adaptativo está generalizado a la especie humana, nos encontramos en el punto sin retorno de dar el salto definitivo hacia adelante. Se trata de integrarnos con genes biológicos y culturales en la Tierra que nos acoge o fracasar como especie, degenerando en la violencia destructiva que supone la inadaptación e incomprensión del resto del mundo físico, o superar esta fase edípica de la Humanidad, y en una maduración genérica construir un Sistema Planetario eficaz para la vida de los otros seres y de nosotros mismos, como se daban en la Amazonia antes de las barbaridades occidentales o en la Polinesia de hace tres o cuatro siglos, sólo que con mas medios y conciencia del camino.

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Si llegamos a los niveles más íntimos de la neurofisiología del cerebro y sus respuestas inteligentes emocionales para enfrentarse a las situaciones que se le van planteando desde que nace, podríamos entender tanto la agresividad como la afectividad como una respuesta básica común, aunque de diferente sentido a los estímulos externos y las demandas internas: una búsqueda activa en medio del caos de lo desconocido. Dependiendo de las respuestas recibidas a tales necesidades que vienen determinadas cíclicamente por los ritmos orgánicos en forma de alimento y cuidados para sobrevivir, en la etapa más primaria de la vida humana, el individuo irá eligiendo comportamientos de respuesta violenta (agresividad-negativa), que lleva a la competitividad, o afectiva (asertividad-positiva), que lleva a la cooperatividad, hacia el objeto que motiva tal relación. La iteración y el aprendizaje van complicando las respuestas dentro de un clima lleno de estímulos (la falta de ellos, por ejemplo en los niños de hospicio, es entendida como negativa, lo que les lleva a la violencia o a la idiotez), y organizando su carácter y su personalidad que son el desarrollo de las posibilidades genéticas múltiples en una dirección determinada por el aprendizaje cultural. La clave, pues, de la violencia desproporcionada de nuestra época es sencillamente una falta de adaptación educativa al entorno construido burdamente al transformar el medio natural en civilizaciones humanas.

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Sublimar es construir un espacio de fase psíquico (o campo mental) en que la suma de impulsos primarios cambia el sentido de sus vectores. Cerrando el conjunto tras una membrana de contención por educación condicionada de la represión de tales impulsos instintivos, se emplea su energía para un objetivo distinto del original, casi siempre considerado "superior" por la cultura. El adiestramiento sistemático de la energía metabolizada y que en los animales se dedica a la búsqueda de alimentos y en la reproducción sexual, para unas tareas que sean económicamente más rentables a la sociedad humana; es lo que ha dado ocasión de llegar a la sutileza increíble del amor romántico, del odio racial, del arte, la ciencia, la filosofía, etc. y todas sus formas prácticas: la ayuda mutua y las guerras, los templos y la poesía, la medicina o el viaje a las estrellas; y también la tortura, el sadomasoquismo y el fanatismo.

La diferencia entre sublimación y represión es similar a la existente entre ética y estética. Y es que, aún partiendo del mismo punto, van a parar a dos resultados divergentes.

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El psicoanalista es un heredero laico del chamanismo, tanto como un sacerdote o rabino. Es poseedor de las claves de los Mitos de nuestra cultura y desarrolla un ritual muy artesanal que incluye desde la visita privada, al pago sacrificial por convocar a los muertos. Tiene que desenredar el hilo de Ariadna o resolver el Edipo de su paciente al que vincula transferencialmente a sí mismo, enseñándole a desembarazarse de los malos espíritus que le acogotan. Como la confesión cristiana, especialmente la oral y secreta católica, ayuda a descargar la horrible sensación de culpa y miedo que arrastra el pecador tras las amenazas de castigo. La profundización hacia dentro del alma o de la mente se hace pronunciando palabras-clave (sagradas para el paciente que es quien debe decirlas) con las que se abre el cofre del tesoro sexual vigilado por monstruosos conflictos y sufrimientos. Sin embargo, siempre me ha resultado curioso ver los "tics" de algunos psicoanalistas, sus manías, sumisiones y soberbias, porque son como los "pecadillos" de los curas, o ese sobeteo durante la confesión. Y también, el empeño que tienen en convertir la curación en relación comercial por horas, como en la prostitución; que debe ser herencia del concepto de pecado: Freud era judío y burgués, y de él decía F. Baudet que el nacimiento del psicoanálisis estaba ligado a la marginación de la clase propietaria de bienes raíces vienesa en decadencia, que con él limpiaba su estercolero psíquico. Bueno, ¿es una hipótesis ¿no?.

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El YO (SELF) es un territorio (campo) construido a partir de un reconocimiento del exterior por medio de las percepciones. A través de la madre que nos ayuda a dar el primer paso haciéndose presente, y dándonos o negándonos su ternura. Antes de eso, e incluso sin eso, no existe el Hombre, hay un animal sin lenguaje y sin afectos, que, a pesar de sus capacidades innatas, no desarrollará sus posibilidades sin ayuda del exterior. Después le incorporaremos al antagonista que es el padre, autor de las órdenes en esta sociedad que vivimos; para hacer la primera muralla de la estructura yoica al obligarnos a renunciar al placer más básico que es consolador. Estos dos personajes suponen la parte individual de nosotros mismos; en ellos encontramos los papeles que nos gustaría representar, lo blando y lo duro; pero no estaríamos completos con ellos dos tan solo, porque somos seres sociales. Quiere decir eso que hay que incluirnos en un sistema, que no comprenderíamos si no fuese por la estructuración social a que se nos somete en la llamada fase edipiana o genital, a través de la que comprendemos el estado de las cosas en el mundo, la renuncia a los apetitos propios del narcisismo individual para formar parte de un complejo social. Se nos enseña el lenguaje, sin el cual, un humano no se constituye en Hombre. Entonces empezamos a ser uno más de la multitud, y a sentir como tal. Especialmente en las culturas de lo colectivo en que un YO confluyente asume el ejercer de SuperYO o Ley "natural" y que somete a juicio público cada acontecimiento de la vida personal para controlar los límites de los Yoes individuales y la imposibilidad de un exceso.

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Un Yo colectivo es como un territorio enorme donde anidan los Yoes individuales a través de un conjunto homogéneo que mantiene su Unidad: una noosfera (Bergson) o espacio de conocimientos. Cada uno puede salir, como las gaviotas salen de su área de anidamiento para pescar o volar, pero ineludiblemente regresan a poner los huevos e incubarlos, a copular o pelear con otros individuos en el área común, en donde tienen que respetar la Ley escrita en sus genes sin posibilidad de individualizarse. Una religión o cualquier otro sistema de ideas es igual a ese campo que denomino Yo colectivo, con la diferencia de que los humanos pueden a veces emanciparse gracias a su capacidad de raciocinio. Siempre que ésta se pueda poner en marcha en el sentido adecuado, porque el adiestramiento condicionado de la primera infancia suele marcar tan eficazmente las fronteras, que el Yo individual no puede ni siquiera plantearse la violación de ese borde imaginario que es su lugar en la estructura social. Y ahí permanece sufriendo o gozando hasta que muere, sin que en ningún lugar destaque su presencia: es el adiestramiento fanático que percibimos en los nacionalismos xenófobos y las religiones sectarias. Impidiendo que uno cualquiera piense por sí mismo algo distinto a lo marcado a fuego y al mismo tiempo esté convencido en la estrechez de su razonamiento de que por llevar esa idea, la que sea, hasta las últimas consecuencias en relación con su vida o la de otros, le proporcionará un premio maravilloso en este mundo o tras su muerte, es como se fabrican los héroes y los mártires. Los primeros tienen esperanza de recibir tras su hazaña la medalla que les honre, los segundos nunca, pero sueñan otro mundo que les ha sido imbuido y donde está su premio.

Pero para comprender la manera en que existe y actúa un yo colectivo, no podemos hacerlo con perspectiva entomológica, estudiando sus partes individualizadas, de la misma manera que no se entiende el funcionamiento de la Mente basándose exclusivamente en la estructura y relaciones particulares de las neuronas: no es la idea o el concepto el nivel a estudiar, sino el panorama relacional. Porque hay un nivel cuántico diferente, que emerge del conjunto tomado como tal y que establece sus propiedades en tal estado, pero no se descubre antes. Y no se busque en ese nivel de Colectividad mayor conciencia que la existente en un ser humano individual, que no es consciente tampoco de su proceso de pensar o actuar, sino del resultado práctico de tal hecho; uno sólo puede afirmar algo después de concluir su razonamiento, o prejuicio que es una rutina de computación, pues el sistema lineal utilizado para pensar lógicamente lo condiciona así por medio del lenguaje, en bloques lógicos formales que van de uno a otro sin reflexión.

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Por eso, cuando asisto a un acto religioso o político, de cualquier signo, observo como se han trazado los lazos de vinculación de sus fieles, y si la estructura es rígida, lo que se manifiesta en el grado de entrega preconsciente, en la asunción del carisma del líder y en el seguimiento sincrónico de las emociones o impulsos que caracterizan a los animales gregarios; entiendo que se ha formado una estructura yoica colectiva, capaz de responder al unísono en formación o desbandada, según sea por ataque o huida, como se da en un estadio de fútbol al aplaudir o escapar de un desastre: cada individuo es incapaz de salir de la dinámica global y se ve arrastrado en la onda del conjunto, polarizado por las mismas emociones al anularse momentáneamente sus dimensiones particulares y perder resistencia al orden colectivo. Pienso que se debe, teniendo en cuenta la ductilidad humana, que es consecuencia de su frágil nacer, a que se conforma una parte de su Yo ligada a ese Yo colectivo, aunque podría hacerse de otra forma, y de hecho las diferencias secundarias entre unas civilizaciones y otras así lo manifiestan; por lo que su sumisión al grupo en la etapa de la tercera urdimbre necesita utilizar el mecanismo de sumisión individual (la culpa) en el terreno social (la vergüenza) para disciplinarlo así al marco colectivo. Para eso se inventaron las morales o éticas, como vínculo conector de todos los individuos.

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Madrid, Madrid, Spain
Soy fotógrafo de prensa en MADRID y además me gusta escribir. Tengo ya 60 años. Y opino que si no hubiera ni religiones con dioses ni ideologías totalitarias el mundo iría mucho mejor. No creo en la propiedad porque entré sin nada y así me iré de este mundo. Pero sonrío siempre que puedo a la gente (lo que produce efectos de todo tipo: unos se mosquean y otros me la devuelven). El cambio revolucionario lo están produciendo las mujeres al incorporarse a los usos del poder, así que espero que la sociedad vaya mejorando sin violencia y que el mundo detenga la locura de las guerras y los fanatismos para que algún día nuestros nietos vivan mejor. Mi otro Blog ¿POR QUÉ? es aún más descarado.