DE LA FAMA A LA CAMA
Existe una perversión de moda con un cierto pasado poco recomendable y que, sin embargo, al igual que los placeres que se convierten en adicciones se ha enquistado en la sociedad de mercado porque tiene en ella su mejor aliado para imponerse. Se trata del afán desorbitado por triunfar, de la fama, ese público reconocimiento que le llega no a quien hace algo bueno o malo que destaque del resto sino a quienes se empeñan en darse a conocer para lograr después sus verdaderos objetivos; o de quien no entiende siquiera de objetivos pero en su perezosa estulticia de ignorantones que todo lo quieren ya y sin esfuerzo, se sienten halagados como los somormujos o los urogallos en celo que descuidan su propio futuro al prescindir de la seguridad frente al cazador borrachos de su canto o danza con que piensan lograr colmar su deseo inmediato.
Digo que es una perversión puesta de moda, y lo es en todos los terrenos incluso ya en los siempre proclives al anonimato como jueces y espías, que parecen creer en la vistosidad de su plumaje en cuanto son citados por la prensa más popular y las cadenas de televisión, porque seguramente procede del deseo ancestral de triunfar en la manada o grupo social para tener más atractivos ante las hembras (o los machos rivales) y disponer de mejores medios para la supervivencia alimentaria para sí y sus genes (luego hijos y ahora clones sociales, imitadores de lo que a otros hizo ganar fama y que como espejos múltiples aunque deformantes multiplican la fama). Aquello que fue un mecanismo evolutivo parece haberse convertido en un circo en el que todos quieren pasar un ratito por la pista para hacer el payaso, el equilibrista o la mujer barbuda, y lograr así un reconocimiento por nada que les permita vivir sin dar ni golpe a ser posible, aunque a veces la competencia es tal que tienen que andar saltando de pista en pista en un frenesí por resaltar sobre el montón de donnadies.
Ya no hace falta trabajar, reflexionar y además tener el ingenio natural o la capacidad creativa para alumbrar una obra del tipo que sea que perdure por su genialidad. El mercado consume rápido y necesita carnaza constante, aunque sea bazofia llena de grasa colesterosa y aditivos perjudiciales a la salud que además dejan desechos asquerosos casi indestructibles (y no sólo en lo alimentario como la comida basura y las latas de refrescos, sino incluso en el Arte y lo que le es próximo.
Como recordaba Juan Goytisolo, citando a su vez a Zaid, la fama es incontrolable como todo lo que depende del público y además cosifica al sujeto que deja de serlo para convertirse en un objeto de consumo más.
Quien busca la fama y el triunfo ha de derrotar a otros muchos que también lo buscan. Y ha de hacerlo aceptando convertirse en una imagen estereotipada que lo representa como icono público con aquello que a quienes lo reconozcan pueda satisfacer como objeto de deseo, de aversión o de modelo a imitar. Sale pues de su propia personalidad en forma de cuatro rasgos identificables (físicos, de carácter o actitud, de obra clasificada,...) que el "gran público", es decir una masa irreflexiva devoradora de simplezas y bocados fáciles encuentre catárticos para su espíritu gregario o carismáticos a sus sueños de identificación elemental, algo con lo que sentirse uno objetualment, que en el caso de las inmaduras jovencitas seguidoras de cantantes o actores se transmuta a veces en histeria al no ser capaces de dar cauce racional a una realidad por la que se sienten completamente absorbidas por el icono en que sus deseos se encarnan y que su mayor vulnerabilidad por la educación recibida (indefensión aprendida o complejo de Cenicienta) las conduce a una emoción tan intensa ante la posibilidad del contacto directo con su ídolo como si estuvieran a punto de ser "poseídas" sexualmente, aunque el contacto sea mínimo o esté sólo en su fantasía como un delirio arrebatador. Lo mismo suele ocurrir con los líderes políticos carismáticos en el caso de masas fanáticas incapaces de plantearse las afirmaciones de sus dirigentes de modo particular y aceptando como sagrado todo lo que salga de su boca llameante. Las religiones y los movimientos populistas anudan miedos con esperanzas redentoras prometidas por el jefe usando chivos expiatorios y frustraciones para ligar a la masa y poderle exigir cosas que si reflexionaran individualmente no podrían ni plantearse llevar a cabo, pero que al abrigo de la multitud y guiados por medio de consignas precisas tienen tal poder destructivo como para arrasar continentes y con la levedad insoportable de lo "disculpable" a posteriori por que se esconden en una supuesta locura colectiva. Eso funciona así en la mentalidad autoritaria (siempre con doble dirección: quien aprende a obedecer por miedo y sin cuestionarse las órdenes suele convertirse en sargento de pelotón capaz de ordenar barbaridades y si se le piden responsabilidades decir que "sólo cumplía su obligación", eso que eufemísticamente han llamado "obediencia debida" de los torturadores , asesinos y encubridores de crímenes execrables en las dictaduras o llevando a cabo acciones militares "imprescindibles" para ganar. La ductilidad del carácter humano para resistir y adaptarse a condiciones difíciles y tener que hacerlo en colectividades con patriarcas que podían abusar del poder mientras lo ejercían y producían una cadena de mando en la que cada escalón no debía cuestionar al superior para mayor eficacia y donde las mujeres siempre quedaron al margen de ese poder, siendo utilizadas como objetos de cambio y para labores secundarias de mantenimiento y reproducción, ha construido unos individuos muy manipulables si son educados desde niños para obedecer y creer en lo que quieran sus mayores. Eso conlleva una debilidad de carácter en la mayoría siempre a la espera de recibir instrucciones para actuar y una vulnerabilidad muy especial en las mujeres acostumbradas a ser "rifadas" o entregadas por la fuerza a los machos ganadores. La histeria de las adolescentes va asociada a ello y el deseo de fama de ellos, ahora extendido como un derecho más a las mujeres a las que se ha distraído con un objetivo falso de realización propia para evitar que se pensaran mejor la vida y lucharan por lo que en realidad les da autonomía individual que es el logro de una vida propia (una habitación propia, pedía Virginia Woolf hace menos de un siglo) sin dependencias.
Todo se basa en la sublimación del deseo real transmutado en fantasía delirante que la persona que no ha crecido emocionalmente como para ser independiente y objetiva para decidir tras reflexión madura y tranquila con todos los elementos posibles que aporten datos nutrientes a la misma y desemboque en juicio cabal, es incapaz de escapar de la perversa atracción que el miedo y el deseo sexual encubierto les conducen a tomar como seres obedientes y a veces fanatizados, es decir, sin voluntad propia aunque una ilusión colectiva les induzca a pensar que obran por propio interés.
Esto es común en una sociedad en la que el liderazgo ha pasado al mercado porque el poder parece haberse fragmentado en multitud de trocitos de espejo la gran luna en la que se veía al gran padre-líder y además muchos de esos aspectos relucientes tienen la oportunidad de ponerse en candelero y salir al foro público como opciones baratas para llegar arriba y sin gran esfuerzo y sacrificio. Se convierte en materia cotizable en que cualquier tonto puede tener sus 15 minutos de fama por casualidad o en un golpe de ingenio, cuando no por enchufe al ser hijo, exnovio, amigo de un pariente o lo que sea de alguien que ya es famoso. Y si los aprovecha valen para pasarse una temporada con la sopa boba garantizada. Pero suele ser un camino sin retorno, como casi todas las perversiones que producen una marca imborrable que pulveriza el respeto ajeno y se convierten en una imagen superpuesta a la original de la realidad del sujeto, con lo que los "famosos" son objetos virtuales en un pimpampún social ya para siempre condenados a soportar su propia falsedad ante sí y los otros. Yo no sé si merece la pena para alguien con cabeza convertirse en famoso (que se lo pregunten a ellos) pero me parece que es preferible una vida discreta en la que poner en orden las cosas que realmente le interesan a uno sin hacer daño a los demás. Y esas obsesiones tan judeo-cristianas de destacar que los americanos han llevado en su modo de vida al extremo de preferir ser criminal famoso y morir matando compañeros del colegio a ser considerado perdedor o aquella otra que los regímenes autoritarios han cultivado siempre exigiendo disciplina y patriotismo a sus súbditos haciendo de la mediocridad obediente su emblema creo que deben ser pasadas por el juicio de la razón, la autocrítica reflexiva y la empatía en la relación social para que empecemos a ser los humanos lo que podríamos ser sin cadenas.
Las reflexiones y dudas de un fotógrafo metronauta que ya no cree en casi nada y espera poco de quienes dirigen el mundo, el país e incluso la ciudad. Por si alguien las quiere compartir y discutir.
sábado, marzo 01, 2008
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- EL METRONAUTA
- Madrid, Madrid, Spain
- Soy fotógrafo de prensa en MADRID y además me gusta escribir. Tengo ya 60 años. Y opino que si no hubiera ni religiones con dioses ni ideologías totalitarias el mundo iría mucho mejor. No creo en la propiedad porque entré sin nada y así me iré de este mundo. Pero sonrío siempre que puedo a la gente (lo que produce efectos de todo tipo: unos se mosquean y otros me la devuelven). El cambio revolucionario lo están produciendo las mujeres al incorporarse a los usos del poder, así que espero que la sociedad vaya mejorando sin violencia y que el mundo detenga la locura de las guerras y los fanatismos para que algún día nuestros nietos vivan mejor. Mi otro Blog ¿POR QUÉ? es aún más descarado.
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