LA MIRADA
Intentó mirar como hacía a los siete u ocho años. Buscó en su corazón la inocencia y no pudo hallarla. Los ojos, espejo interior de la sorpresa maravillosa de la vida se deslumbraban al sentir el poder que tenía sosteniendo una mirada frente a una mujer, que por ancestral disposición se veía impelida a recoger su fuerza en la frenética actividad de las manos. Había sido entonces cuando comprendió la fundamental diferencia establecida entre los sexos a través de la mirada. Ellas debían someterse, bajo un velo o un burka o sencillamente bajando los ojos cuando un hombre fijase la vista en su rostro.
Ahora, cuando ya las mujeres no quitaban sus ojos de la línea de fuego al emplazarlas en el reto público, un recuerdo fugaz de aquel entonces le atravesó el corazón y fue él quien atne unos ojos negros como diamantes incendiados de pasión hubo de retirar su vista. El mundo había cambiado.

SUEÑO (monterrosiano)
Cuando el dios se despertó el universo ya no estaba allí.