Soy sólo un maldito poeta
y no a la inversa.
Un estúpido que juega con imágenes
y las templa, pensando en sueños.
Un soñador que imagina
vísperas de batallas
para ganar confianza al tiempo.
Un amargo rencor
abriéndose las venas con lágrimas
para extender el salado manjar
entre los patios sin vecinos.
Soy un estratega sin tácticas
un utopista al que la última
le reventó en las narices
y no le quedan ganas de inventarse mas.
Un buitre muerto de hambre
entre cadáveres exquisitos
que, como todo el mundo sabe,
no tienen ni huesos roídos.
Miro hacia dentro
al dispararle al cielo
y a la profunda sima de mi desesperación
al modelar con sombras la luz de las figuras.

He perdido la ilusión
y no he sabido encontrar amor definitivo.

Ya no me queda nada, nada.

Por eso me suicido cada día
mirándome al espejo
y me abro en canal el alma
para ponerle sal a los pocos minutos que me quedan.
Y, a pesar de todo, crece la luz
y la tierra me mantiene.


Ciego de luz te miro
ardo en el borde de tu lengua
y me trastorno sin fe.
El eco de unos grises escalonados
en sombras frágiles
me incitan a buscar los sueños.

¿Qué se puede encerrar en un suspiro
si no es un piélago de vahos?
¿qué es lo que retumba
en las miradas rápidas
que de soslayo cruzan
incómodos a mis dedos
las entrañas de los pozos muertos?

Yo no estaba allí
cuando tu pasaste ayer
por mi horizonte pálido.
Pero recogí el aire
con un capazo de besos
y en el fondo del cardumen
había un tono descosido
por donde se había escapado tu sonrisa.